Estabas frío,
te culpé.
Estabas muerto,
me culpé.
Estabas mudo,
me sentí sorda,
la culpé.
¿O estaba yo sorda?
Estabas ido.
No es culpa de nadie.
Estaba sola,
contigo, allí.
Volví a casa,
y tú me diste
la espalda.
Alguien le gasta una broma pseudo-estúpida a Quique por la calle, cosa que nunca comprenderé. Pablo me mira con cara de «¿tú te has enterado de qué acaba de pasar?» y nuestra telepatía falla por un momento, con lo que me tengo que conformar con expresar mis pensamientos con palabras y delante de los niños.
Meme, ejercicio, ejercicio de memez, lo que queráis. El caso es que la nota de Multimaníaco (por cierto, este artículo es muy interesante) de tus quince autores favoritos (pensando poco) me ha hecho reflexionar sobre qué tipo de libros leo, y quizá me dé alguna pista sobre qué tipo de libros voy a escribir. Claro
El día de la nevada del 83 fue el que me mudé a Murcia por primera vez. Mi padre había conseguido trabajo (en Maristas, enseñando filosofía) y yo aún era hija única. Fue el día siguiente a su cumpleaños. Dos chavales de 25 años con una niña pequeña veían sus cuatro muebles llenarse de nieve
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