Yo siempre intento arreglarlo. Pero a veces la gente no quiere que arregles nada, quiere que escuches y punto.
Ayer: «Mamá, con las alas serás un hada ingeniera. Este es tu destornillador mágico de arreglar cosas». Ojalá, hija.
En ese momento, para mí, se convierte en una experiencia masoquista: intentando disfrutar de la compañía y a la vez aguantar el dolor de ver cómo alguien se la pega, sin intervenir, sin hacer ni decir «nada».
«Nada», excepto escuchar y decir: «uf, eso suena muy duro».
—Uf, eso suena muy duro.
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Actualización: Me pasa Sabela en los comentarios este otro vídeo, muy ilustrativo, sobre la diferencia entre empatía y pena (ojo al falso amigo sympathy/simpatía):
Mientras tenga una conexión con la libertad, no pertenezco del todo a la prisión. Porque parte de mí vive allí, y sólo una parte de mí sigue encarcelada aquí. (Igor Sutyagin en el vídeo Las palabras cambian vidas, que podéis ver un poco más abajo) Como dije a principio de noviembre, me he kicked myself
Y aunque ni la foto ni el artículo sean del día de la madre en concreto, en realidad no necesito ninguna excusa para poner una foto más de Lucía en el blog. Aquí va. (Hay más en Flickr).
¿Aún no sabes qué votar? Still don’t know what to vote tomorrow? (Spanish local and regional government elections will take place on Sunday)
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