Yo siempre intento arreglarlo. Pero a veces la gente no quiere que arregles nada, quiere que escuches y punto.
Ayer: «Mamá, con las alas serás un hada ingeniera. Este es tu destornillador mágico de arreglar cosas». Ojalá, hija.
En ese momento, para mí, se convierte en una experiencia masoquista: intentando disfrutar de la compañía y a la vez aguantar el dolor de ver cómo alguien se la pega, sin intervenir, sin hacer ni decir «nada».
«Nada», excepto escuchar y decir: «uf, eso suena muy duro».
—Uf, eso suena muy duro.
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Actualización: Me pasa Sabela en los comentarios este otro vídeo, muy ilustrativo, sobre la diferencia entre empatía y pena (ojo al falso amigo sympathy/simpatía):
El saludo de moda de hoy es «¡Yo ya he votado! ¿Y tú?». O al menos, espero que lo sea. ¡Venga, a votar! Que hace un domingo precioso. Dice la que se ha pasado los últimos cuatro días con 38 de fiebre… Ya estoy mejor, gracias.
(An English version of this post) En el curso nos han recomendado El emprendedor visionario, de Marc Allen. Excepto por el último capítulo (que trata un tema totalmente distinto, la utopía personal del autor), me ha ayudado bastante, sobre todo a ver cómo quiero que sea mi modelo de negocio. Lo que más me ha
¿Se puede tener más paciencia? ¿Cuánta? ¿Para qué? Hubo una época en la que sentía una presencia en el universo, y le hablaba. Le decía: dame paciencia. Porque no tengo. Solo mucho más tarde escuché el famoso chiste: Señor, dame paciencia… dame paciencia, porque si me das fuerza ¡lo mato!
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