Últimamente estoy trabajando demasiado.
Me encanta y soy feliz, pero me estoy pasando.
Lo tengo claro y tengo que (no) hacer algo.
Sin embargo, me cuesta despegarme.
Encontrar gente a la que confiar lo que ya no cabe.
Como me gusta es más difícil,
se van las horas y no me siento (demasiado) mal,
hasta que de repente
no puedo más.
Llegó el fin de semana y dije echaré un rato el sábado.
Me desperté, no tenía fuerzas y pasó el día, raudo.
Por la noche saltó una alarma:
algo había ido mal con la plataforma.
Había que avisar al cliente:
eran ya las 23:40,
escribí medio email,
y simplemente, no pude.
Me dije: esta noche no va a contestar.
Mañana le escribo sin falta
y a volar.
Por la mañana me desperté muy temprano.
Me fui al coworking y despejé lo pendiente.
Escribí un mensaje simpático y cordial
la verdad es que quedó bien, quedó genial.
Ordené mis cosas y moví algunos muebles.
Pinté las paredes y catalogué los libros…
… y de repente oigo que me llaman mis hijos.
—¡Mamá, la leche!
La leche que os dieron.
Son las siete todavía
y tengo que escribir el correo de nuevo.
Tened cuidado con el trabajo de vuestros sueños.
Un día de estos acabáis trabajando… en sueños.
Los cambios vitales tristemente no son momentos llenos de música dramática de fondo y efectos de luz, sino pequeñas acciones aparentemente intrascendentes, que se convierten en manías, costumbres, y finalmente en tu nueva vida, no 2.0, sino 1.000001 (beta). Son cosas pequeñas que van acumulando valor, como una huchita. Y los pequeños cambios vitales que
Estoy oficialmente de vacaciones desde hace 5 minutos. San Agosto. No sé si escribiré. O si publicaré lo que escriba. Sé que leeré mucho, que dibujaré, y pasaré largas horas lejos de pantallas. Incluso me llevo libros en papel. Volveré con las pilas recargadas, eso seguro. ¡Mandadme una postal! O dejad un comentario…
Los que conocéis a Pablo os podéis imaginar que le hace muchísima ilusión, tanto casi como a Jose Manuel Mira y a Loli Carrillo. Os aseguro que a Lucía y a mí, también. No sólo porque me haya prometido que el año que viene iremos a Japón a celebrarlo (¡no! ¡en absoluto! ¡no tiene nada
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