Me acabo de enterar por su propio blog: Google ya tiene diccionario inglés>español y español>inglés. Ya lo he mirado un rato, y me gusta sobre todo que es original a la hora de mostrar los resultados. De repente me ha recordado a una tarde con mi amiga María, hace ya seis años: acababa de salir el nuevo DRAE y ella fue la primera en comprárselo. Estamos hablando, a la sazón, de la edición de 2001: de ahí saco el cálculo. Nos pusimos a buscar palabras que sabíamos que saldrían, y otras que intuíamos que no, viendo cambios, jugando, en definitiva, como niñas con zapatos nuevos y en general partidas de risa. Su entonces pareja miraba con su clásica media sonrisa:
—¿Las traductoras os divertís así, o qué?
—¡Pues claro!— ¿Cómo si no? ¡Un diccionario oficial nuevo! ¡Una actualización de las reglas de lo que (supuestamente) está bien y está mal! ¿Cuántas veces sucede eso en la vida? (Resulta que varias).
Bien, ahora queda esperar que en Google le dediquen tanto talento e interés a sus nuevos diccionarios como al resto de sus iniciativas. Yo, personalmente, espero que sí.
22 preguntas y 22 respuestas honestas, como por ejemplo, que odio a los gatos. Hala, está dicho.
Me he propuesto no publicar cosas feas, pero necesito compartir mi dolor. Todos los días tengo que pasar por este horror camino del trabajo: es la versión en tienda de un hoygan. Si quieres que tu tienda, web, o blog grite «barato» a los cuatro vientos, aquí tienes la receta completa, en cinco pasos: Sáltate
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