Sigo contando el viaje a Nicaragua. Me decía a mí misma: Es la primera vez que vengo, pero no es la primera vez que estoy.
Jamás te lo dije. Me obligaste a acabarme el desayuno —atragantándome— me tragué también mis palabras. Ese silencio fue mío, como el de Donés. Había un bufé libre en mi corazón enfriándose.
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