En España mi nombre no es demasiado raro, pero basta pasar el mar o los Pirineos para que la gente lo encuentre difícil de pronunciar y de escribir.
Un buen día se inventó Twitter y la gente empezó a llamarme @minibego. Y así se ha quedado.
En una etapa anterior de mi vida he impartido clase de interpretación en la universidad; escrito libros y enseñado español en Grecia; tuve dos agencias de traducción (en lugar de solo una) y trabajé como secretaria de dirección e intérprete en una compañía británica frecuentada por millonarios.
Siempre estoy aprendiendo: ukelele, pintura, caligrafía y natación.
Cada año me propongo leer algún libro más. Sigue el reto con este contador: