Hoy, de nuevo, Pablo Mira (co-protagonista del blog y de mi vida) es noticia o al menos aparece en una noticia.
Esta vez en El País, con un artículo precioso sobre los matemáticos como (¡caramba!) seres humanos. Me ha encantado y lo recomiendo, no sólo por las razones obvias.
Y listo para disfrutar, en la aplicación de lectura de PDFs de Google:
Cómo me he enterado: esta mañana a las 5:59 mi madre me ha enviado la noticia de El País por e-mail. Nada raro: ella debía llevar levantada a esa hora unos… 59 minutos. Esa habilidad no la he heredado, me temo.
Hoy era un día normal, hasta que publicaron la noticia. Se sabe desde hace bastante y ya se han hecho eco de ella en otros blogs, explicándolo bien, como en el de Manuel de León, Matemáticas y sus fronteras (30/08/2009). En Hyderabad 2010, en el Congreso Mundial de Matemáticos, habrá no cero, no uno, sino dos españoles, y uno será una, Isabel Fernández, y el otro será Pablo Mira (habitual coprotagonista de este blog). Se celebra cada 4 años desde 1897 y es el congreso, el de las medallas Fields, el equivalente al Nobel para Matemáticas.
(Nobel de matemáticas no hay, porque al parecer el Sr. Nobel se opuso con todas sus fuerzas a premiar tal cosa, y menos aún después de muerto. Una versión dice que es porque quería que sus premios fueran para avances importantes y prácticos, y él no consideraba así las matemáticas. Otra versión que circula es que a su señora sí que le gustaba mucho un matemático concreto. Seguro que alguien está mejor informado que yo en esto.)
Continúo: hoy, es portada de la sección de Comunicación de la Universidad de Sevilla (arriba), y tienen una noticia completa, cuyo titular reza:
La profesora Isabel Fernández, primera española invitada al ICM, la reunión de matemáticos donde se concede ‘su Nobel’
El diario ADN.es se hace eco de la noticia, con este fantástico titular:
¡Que alegría, nuestra Isa, con un «Nobel»!
¿O no? Por dos letras de nada…
Desde que conozco a estos chicos, no me creo ni la mitad de lo que leo en la prensa. Para que luego digan que no hacen falta periodistas (y de los buenos). Para ser periodista (y para ser traductor) hace falta, primero de todo, saber leer.
Visto el microéxito del microrrelato, aquí os subo una versión en PDF para imprimir, enviar por email, prestar, regalar, colgar en el armario, llevar en la cartera… He toqueteado el formato estándar un poquito para que se pueda imprimir y leer bien en una hoja A4 por las dos caras, a dos columnas. Recuerda, con el papel como con el alcohol: imprime con moderación, es tu responsabilidad.
Por supuesto para la maquetación en LaTeX he contado con la impagable ayuda del Sr Mira Senior, José Manuel Mira. Los fallos (y faltas de elegancia tipográfica o programadora) que pueda tener el archivo son, con toda seguridad, míos. Probablemente no estarían si me hubiera estudiado sus libros. Aquí está el archivo (si no has entendido el párrafo, no te lo bajes, mismo da): Aunque no puedas ver (TEX, para fisgonear en el formato, 7KB, sí, has leído bien, 7KB). El texto tiene la misma licencia CC atribución, compartir igual; el formato, la máxima que pueda tener.
Por cierto, si alguien quisiera regalarme esta camiseta, (en versión para chica) para el próximo día 11 de octubre (guiño, guiño), sería muy friki:
¿De qué iba la segunda sesión presencial del curso? Pues iba sobre motivación, creatividad, gestión del tiempo y del estrés laboral. Está claro que a cada una de esas cosas podrías dedicarle tardes enteras (bueno, y tiene su parte a distancia, con muchísimo contenido), pero estoy contenta con lo concentrado que está. ¿Con qué me quedo de esta visita? Con la relación entre la madurez y las quejas.
Me ha gustado el siguiente ejercicio. Toma (aunque sea mentalmente) un lápiz y rellena los huecos con cómo acabarías tú la frase, con cuatro ejemplos de cada:
Tengo que…
…
Necesito…
…
No puedo…
…
¿Fácil, verdad?
Ahora coges la misma lista, y tachas el principio, rellenando con la que te pongo aquí:
Tengo que… Elijo
…
Necesito… Quiero
…
No puedo… No quiero
…
Ahora vuelves a leer tus frases, y si no te encajan, las tachas o las cambias de categoría.
La madurez es estar en la columna del elijo, quiero, y no quiero. Pero una vez estoy en esa columna, dejo de quejarme. Una persona madura no se queja, total ¿para qué? O está en tu poder, o no lo está. O eliges resolverlo, o eliges no resolverlo.
Os pongo (algunas de) las cosas que me han salido a mí:
Elijo tratar más de cerca con proveedores y clientes.
Elijo dedicarme más tiempo a mí misma.
Quiero cuidarme la espalda, hacer deporte, salir más, desconectar, ver a mis amigos.
No quiero seguir así mucho tiempo.
Otra actividad interesante es hacer una lista de tus temas pendientes, ponerles una fecha, y luego pasarlos a la agenda. De repente ¡puf! hale, ya está. Ya tienes un plan. Nos dijo que no puedes lleva los temas pendientes en la cabeza, porque pesan mucho, y no te dejan pensar.
También nos comentó la importancia de atender las necesidades básicas, con esta historia que es para mearse de risa (jur jur):
—Una amiga mía se meó encima hablando con el que le gustaba, con tal de no dejarlo un rato, ir, mear, y volver. ¡Mira! menos mal que llevaba pantalón negro, era su época sí más jincha, y no se notó. Luego se liaron.
—¿Pero, el mismo día?
—No, no, fue a ducharse primero.
Da risa pensar en la escena, pero pasa muchas veces en la empresa, no mearte, sino no hacer lo que tienes que hacer (comer, dormir, mejorar los procesos, irte de vacaciones) porque estás hablando con quien quieres hablar, y no lo quieres dejar un momento, y luego volver.
—¡Acha, pá’ una vez que le veo! me decía mi amiga.
Os dejo con cosas que ya tienen fecha en mi agenda, así que si queréis echarme una mano o participar, aquí estoy:
Acabar el curso a distancia (jejeje).
Formar a mi equipo en el sistema nuevo.
Seleccionar a una persona nueva.
Aumentar el equipo de traductores.
Organizar mejor los procesos.
Hacer más cursos de Bellas Artes (como el de ingeniería del papel de Yeray).
Cuidarme estilo Garaulet.
Cantar.
Navegar (confieso que la fecha de éste es diciembre de 2013).
Ir al cine.
Ir de cámping (antes de que llegue el invierno duro, así que animaos).
Hacer deporte.
Bailar.
Salir.
Publicar la web nueva de Matiz.
Organizar la fiesta de Matiz en Murcia (¡antes de fin de mes!).
Todo eso ya está encaminado. ¡Qué alivio!
¿Y vosotros, qué queréis tener en la lista de temas resueltos?
Ayer fui a la primera sesión presencial de un curso que estoy haciendo sobre desarrollo de competencias directivas, que imparte Carmen Pérez Saussol: gestión de equipos, resolución de problemas, gestión del conflicto, del tiempo, del estrés, de la creatividad… Todo cosas extremadamente útiles que necesito para ayer, valga la expresión 🙂
Lo que quiero decir es que nunca sobran.
La frase resumen con la que me quedo es la siguiente:
Hay que estar bien para dirigir bien.
Parece una obviedad, pero todas las cosas que tiene que tener alguien que esté llevando a un grupo de personas a alguna parte, no las puede tener si no está bien. Después de acabada la sesión marqué con una estrella las cosas con las que me quedaba para pensar más sobre ellas. A ver qué os parecen:
El que no sabe dónde va ya ha llegado a donde iba
(Remake de frase de Séneca, creo, que me ha gustado).
La buena organización no se nota.
(Es cierto, se notan los fallos de una mala).
Tu trabajo es sacar lo mejor de cada uno.
En el trabajo nadie te cae mal: eso te estorba para tu objetivo, que es sacar lo mejor que tiene.
Un puesto directivo tiene un desgaste afectivo que requiere una recarga afectiva.
Soy responsable, en primer lugar, de llevar a mi vida las cosas que mi vida tiene que tener.
Si no, no puedo ser responsable de las personas a mi cargo. Es necesario conocerse, ser sincero con uno mismo y hacer de este autoconocimiento la base de la seguridad.
Hemos venido a ser felices y a estar bien, y el trabajo es un medio para ese fin.
Hay que aprender a poner límite a las cosas que te gustan del trabajo.
Accesible: siempre. Disponible: no siempre.
Para hablar mal, mejor no cojas el teléfono.
Especialmente si te llama tu madre, tu abuela, tu pareja ¿qué necesidad tienen de que les respondas mal? Ya hablarás con ellos cuando puedas ser agradable.
¿Quién manda de mí para adentro? Yo.
¿Quién me enfada, me pone de los nervios, etc.? Nadie.
Cada día dedico 1 minuto, o 30 segundos, a estar dentro de mí.
En ese lugar en el que nadie puede enfadarte, ponerte de los nervios… ¡qué recarga!
Una urgencia rutinaria es un fallo.
Sólo hay tres causas del cabreo: física, afectiva, o intelectual.
Saber por qué estás cabreado es el primer paso hacia estar más sereno: aceptar lo que no puedes cambiar, cambiar lo que sí, saber la diferencia, etc.
Físico: cansancio, hambre (recuerda comer y dormir). Os sorprendería la cantidad de emprendedores que no se lo toma en serio.
Afectivo: hay que sentirse querido.
Intelectual: hay que estar formado/preparado/experimentado para las tareas.
¿Cuál es mi capacidad?
Sólo respondiendo a esa pregunta sabré si estoy por encima de mi capacidad, y debo parar. Nuestra capacidad no es ilimitada, así que tenemos que limitar nuestro trabajo.
Una habilidad es una estrategia que te sale sola.
Lo haces por ti, así que hazlo con alegría.
La gente tiene que fiarse de ti a ojos cerrados.
Eso, por supuesto, sólo se consigue mereciéndolo.
Quejarse no es resolver.
Saber que tienes que hacerlo no es igual que ponerle un resultado concreto y una fecha.
Y para demostrar que me pringo, mi lista de resoluciones (en vigor desde anoche):
Dedicar una hora diaria para mí (la de hoy, en escribir esto).
Informarme sobre horarios, precios y lugares de actividades relajantes y deportivas en Murcia (1 de octubre; ya sé dónde dan los masajes de 1 hora… el placeeeerlgh.)
Poner una alarma diaria para hacer un minuto de respiración consciente (hoy).
Dejar que las cosas fluyan y no querer organizarlo todo (bueno, este es un poco cutre, pero lo necesito).
Reírme y estar con gente que se ría.
Resulta que para ser buen jefe tienes que ser una persona que trasmita serenidad y seguridad en que estás llevando las cosas a buen puerto, y para eso hay que ser feliz, así que… ¿quién se apunta a echar unas risas?
Mirad y ved como este joven rockerillo de 15 años descubre el rock. Si le véis haciendo covers en YouTube con esa estilo Les Paul, se la regalamos mi hermana y yo la pasada Navidad. Desde que dejó el Guitar Hero cada día toca mejor (¡qué envidia!) y ahora además ¡escribe sin faltas! Soy una hermana mayor feliz.
(Más feliz aún cuando deje de copipegar de la Wikipedia sin poner la fuente; coscorrón virtual, hermanito).
Es duro no poder ver lo que pinta tu pareja, más aún cuando a tu alrededor no paran de llamarlo para que muestre los cuadros, dé conferencias, o envíe fotografías.
Hubo un tiempo en el que quise operarme, pero me dijeron que tendría que dejarlo todo durante diez años. Que iría de quirófano en quirófano, y que no había garantías de que al final pudiera distinguir formas o colores con claridad. Lo pensé, y decidí seguir con mi profesión y mi vida, aunque no pudiera ver las cosas a las que él estaba dedicando la suya.
—¿Qué haces, amor?
—Estoy pintando.
—¿Y… cómo vas? ¿consigues avanzar?
—No acabo de conseguir lo que quiero conseguir. Pero sé que si lo sigo intentando, llegará un punto en el que o lo habré conseguido, o sabré que es imposible para mí.
—¿Y el último cuadro que hiciste? ¿Sabes ya algo de la galería que te gusta?
—Lo tienen allí parado ya seis meses, y siguen haciéndome esperar. Si no lo quieren allí tengo pensada otra, pero claro, no es igual. La gente irá a verlo si saben que está allí, los que me conocen y los que no. Pero sabes que la gente asocia el nivel de la galería con el del cuadro. Cuanto peor sea la galería, y menos céntrica esté, menos interés tendrá la gente en darse el viaje para ir a verlo. Y mientras no me lo devuelvan, no puedo hacer nada.
—¿Pero lo subiste a la web, no? La gente sabe que existe.
—Sí, pero no se ve igual, no se entiende igual. Además no hablarán tanto de él hasta que haya una exposición.
—¿Se ha secado el último que hiciste? Puedo ayudarte con el marco.
—Sí, bueno… lo he enmarcado yo, al final. Pero si quieres darle un repaso a las juntas, estaría bien.
—Cada día lo haces mejor tú solo. Sabes que yo sólo lo hago porque me hace ilusión participar en algo.
—Lo sé.
—Ojalá pudiera ver tus cuadros.
—No importa.
—Sí, sí que importa. Vamos a esas fiestas y todo el mundo habla de pintura todo el rato. La gente te admira mucho y quiere hablar conmigo de lo mucho que les gustan tus cuadros. Yo sólo puedo decir que sí, que parece que a la gente le gustan. Que a los pintores buenos les pareces prometedor. Que trabajas muy duro y que te importa de verdad. Que he pasado la mano por la pintura, y que a veces las líneas son suaves, y a veces son rugosas. Que hay cuadros con los que has sufrido durante meses, y otros pequeños que son el fruto de una noche en vela. De cuando me acuesto y estás pintando, y me despierto y sigues en el mismo lugar. De cuando vamos en el coche, y estás callado, y sé que piensas en tu cuadro.
—A mí no me importa que no puedas ver. Hay cosas en el mundo que no son pintura.
—Sí, pero no te importan tanto.
—Tú me importas más que todos los cuadros.
—¡Pero no podemos hablar de ellos! No puedo decirte lo que pienso, no puedo ayudarte.
—Sí que me ayudas. Pones música, y te encargas de que el ordenador siga funcionando.
—Eres un desastre con la informática. No te interesa nada.
—Sólo me interesa lo que me ayuda a trabajar. Lo demás no.
—Podrías poner interés y aprender miles de cosas.
—Sé que si sale algo útil, te enterarás por mí. Como con la web que me hiciste con las estadísticas de visitantes. O cuando me instalaste el correo en el móvil, o lo de los blogs.
—Ya.
—Por cierto, me han invitado a otra cosa.
—¿A otra? ¿dónde? ¿cuándo?
—Es algo conmemorativo en Brasilia. Entre Seúl en noviembre y Fortaleza en mayo.
—Puf. ¿Y vas a ir?
—No lo sé aún.
—¿No es mucho con lo de la India el verano que viene?
—A lo mejor sí. Es mucho trote.
—Yo no sé a cuántas cosas puedo ir, paseando por salas donde no veo lo que hay colgado en las paredes, escuchando conferencias en las que no sé de qué hablan.
—Está claro, lo entiendo.
—A las tuyas voy porque me gusta oír el entusiasmo con el que cuentas qué has aprendido, y escuchar lo que murmura la gente.
—Je, je, eso es divertido.
—Me acuerdo de aquel chico se puso a hablarme como si pudiera ver. Fue horrible.
—Horrible, ¿por qué?
—En cuanto le dije que yo no podía ver, se quedó callado, como si yo ya no estuviera allí.
—El pobre, ya no sabría qué tema sacarte. Pasan mucho tiempo con otros pintores ¿sabes? Quizá no se le ocurría de qué te podría hablar.
—Supongo.
—No te lo tomes a mal.
—No, después en la fiesta me sacó a bailar salsa.
—Es buena gente, pero le cuesta salir de su tema.
—¡Tuvo que pedirle a otro que me lo preguntara!
—¿Ves? Y el otro sí estaba hablando contigo.
—Es verdad. Él y ese otro señor mayor tan majo que me dijo que eras muy creativo.
—Te apuesto lo que quieras a que no ha dedicado diez minutos a un cuadro mío en la vida.
—Qué exagerado eres. Ése sí era majete. No me habló de pintura ni un solo minuto.
—Pues qué suerte, porque no tiene fama de eso.
—¿No?
—Pues no.
—Qué cosas. En fin, ya sabes que yo sólo voy por viajar contigo, probar la comida de todos esos sitios, pasear por otras playas, sentir otras brisas del mar… oír otras olas…
—¡Y esos los bufés de desayuno! ¡Qué buenos! ¿A que sí?
—Sí, pero de vez en cuando estaría bien ir a un sitio en el que no hubiera ninguna exposición, y te tuviera para mí sola.
—Sabes que cuando salgo tengo compromisos, que es por lo que me pagan el viaje.
—… y si no fuera por ello no podríamos pagarlo. Ya. Tus padres sí que lo disfrutan. Como también son artistas, tienes suerte.
—Sí, bueno, hacen cosas parecidas, pero no son de pintura exactamente.
—Otros sólo sabrían que sales en la radio.
—Calla, calla, qué vergüenza. Y qué difícil es hablar con periodistas. Explicar lo que hago… para gente que no lo está viendo…
—Supongo que por eso me gustan tus entrevistas. Porque haces ese esfuerzo para otros, y yo lo entiendo un poco mejor.
—Me cuesta mucho.
—Pero a tus padres sí que se lo puedes explicar más o menos. Además sus compañeros sí que lo aprecian, y les dan la enhorabuena por lo que haces. Es una suerte que comprendan a qué te dedicas, y estén orgullosos. Otros no lo entenderían.
—Es que soy un chico con suerte.
—¿Aunque yo no pueda ver?
—Aunque no puedas ver.
—
Este microrrelato está dedicado a los que me preguntan cómo es estar casada con un matemático, sin ser matemática. Es más o menos así.
Sapir-Whorf y Granada son dos conceptos que giran en este momento por mi cabeza, a tanta velocidad como para ponerme a escribir. Mi abuela es una de las razones de que, aunque hayan girado otras cosas, no haya escrito nada este verano. Solisombra, de Ciclocris en Flickr (CC Atribución)
Imaginad por un momento a las personas que se sientan a vuestra mesa los domingos a comer. Imaginad que desde que tenéis uso de razón, y con paréntesis que habéis acabado por cerrar, siempre se hubieran sentado a la mesa las mismas personas. Imaginaos ahora que una de esas personas hubiera muerto el pasado día 13, de un cáncer de estómago (de un tumor gástrico).
Decir que echaré de menos a la única abuela que he tenido [is a fucking understatement] es muy poco. Me siento como si me hubieran cortado un trocito. Creo que todavía no puedo contaros cosas de ella. Era una de las personas más generosas y desinteresadas que he conocido. Cada vez que os ponga comida de más en el plato, cada vez que os diga que os podéis quedar en mi casa, espero estar siendo un eco de lo que ella fue.
…
Joder, no puedo escribir más sobre esto. Seguiré con el resto.
…
Mañana a las 7 de la madrugada salgo para Granada: llegaré sobre las 10. Por eso me ha hecho gracia al abrir mi Google Reader esta noche encontrarme estas dos cosas seguidas:
¿Por qué me hace gracia lo de Sapir-Whorf? Porque este año hará diez años (¡diez años!) de aquellas clases en la Universidad de Granada sobre Lingüística Aplicada a la Traducción (con este Miguel Vega, no el otro, ni este otro, claro, que tenía 13 añitos) que me entusiasmaron tanto, y me hicieron pensar en investigar sobre lingüística, traducción y la mente humana. Fue una de las clases que más disfruté (junto con la traducción de Trainspotting que hicimos en Traducción Literaria con Ricardo Muñoz, y las fichas de revisión con Dorothy Kelly [cuya versión sólo ligeramente adaptada usamos hoy en Matiz]).
Algo hizo clic cuando Miguel nos contó lo de la hipótesis de Sapir-Whorf, y después de interminables (lo sé) debates en clase, y de haber pedido un libro para leer más sobre el tema, después de haber tenido una especie de revelación, me di cuenta de que no, que aunque la gente que habla de manera simple parezca entender las cosas de una manera igualmente simplista, no tiene por qué ser una cosa consecuencia directa de la otra (hipótesis Wharfiana fuerte). Aunque ahora me pasa a menudo, tuve que esperar un año para experimentar algo parecido. Fue cuando leí el primer libro de Steven Pinker, en Colonia (tuve que dejar de salir una semana y media para poder comprarlo, menos mal que los primeros de Harry Potter los compraba María). No es poco esfuerzo, en la caja de zapatos el apartamento no había ni compañeros de piso ni tele ni internet.
La verdad es que sí que empiezo a sonar como mi abuela. 🙂
Granada es un gran sitio para equivocarse aprender. Y volver a equivocarse aprender más aún.
En el último año de carrera, ya me interesaba más ver cómo la traducción podría aplicarse a un modelo de negocio justo y efectivo (de ahí lo de formar la primera agencia de traducción de la Universidad de Granada con Quique, José Luis, Belén y los dos Juanes). Yo aquí sigo. Es lo que me da ahora oportunidades de aprender vía ensayo y error momentos de ¡ahá! y de ¡oops!
Por todo lo anterior me resulta curioso leer esto esta noche, y volver mañana a Granada.
Os pongo aquí lo que decían de Sapir-Whorf. Y como hoy tengo que poner en el plato más de lo que vais a comer, al final traduzco el párrafo que Languagehat considera más interesante.
I’ve written about Sapir-Whorf (e.g., here and here) and about the Pirahã (e.g., here and here, and good lord, has it really been five years?), and there’s nothing particularly new in Joshua Hartshorne’s «Does Language Shape What We Think?» in Scientific American, but it’s a nice short roundup of recent developments, and this is a thought-provoking paragraph:
This suggests a different way of thinking about the influence of language on thought: words are very handy mnemonics. We may not be able to remember what seventeen spools looks like, but we can remember the word seventeen. In his landmark The Language of Thought, philosopher Jerry Fodor argued that many words work like acronyms. French students use the acronym ban[g]s to remember which adjectives go before nouns («Beauty, Age, Number, Goodneess [sic], and Size»). Similarly, sometimes its [sic] easier to remember a word (calculus, Estonia) than what the word stands for. We use the word, knowing that should it becomes [sic] necessary, we can search through our minds — or an encyclopedia — and pull up the relevant information (how to calculate an integral; Estonia’s population, capital and location on a map). Numbers, it seems, work the same way.
As a side note, Scientific American could use some proofreading. (Thanks, Sarah!)
[Traducción al español a continuación. No reproduzco las faltas de las que se quejan en la última frase.]
Esto sugiere una manera diferente de pensar sobre la influencia del lenguaje en el pensamiento: las palabras son reglas mnemotécnicas muy prácticas. Quizá no podamos recordar qué aspecto tienen diecisiete carretes, pero podemos recordar la palabra diecisiete. En su famoso libro El Lenguaje del pensamiento, el filósofo Jerry Fodor argumentaba que muchas palabras funcionan como acrónimos. Los estudiantes de francés utilizan el acrónimo BANGS para recordar qué adjetivos van antes que los nombres (en inglés: belleza, edad, número, bondad, tamaño). De forma parecida, a veces es más fácil recordar una palabra (cálculo, Estonia) que aquello que la palabra representa. Utilizamos la palabra sabiendo que, si fuera necesario, podemos buscar en nuestra mente (o en una enciclopedia) y obtener la información relevante (cómo calcular una integral, la población de Estonia, su capital y lugar en el mapa). Al parecer, los números funcionan de la misma manera.
¿Queréis comer más? ¿Y quedaros hasta mañana? ¡Hay sitio! ¡No me molesta!
¿Qué decidiría al final Mary Jane? ¿Responsabilidad, cambios y pasta en Madrid? ¿O aventura, y retos diferentes en Cuba, para luego volver a casa (o no)? Aquí tenéis la respuesta:
Mary Jane 22 julio 2009 a las 5:25 pm
En primer lugar, gracias a todos los que habéis hecho comentarios en este blog y por otros medios, de verdad que han sido muy útiles y los he tenido en cuenta. Creo que casi todos me conocéis, pero no por este nombre, aunque la mayor parte me habéis tratado poco, por lo que ha sido interesante ver vuestras opiniones sin saber bien de quién hablabais.
Puesto que habéis ayudado de alguna manera con esta decisión, es justo que os informe del resultado: me quedo con la opción A, Cartagena-Cuba-Cartagena (aunque quién sabe qué pasará después o dónde acabaré).
Tengo que admitir que Madrid me tentó mucho e iba ganando puntos la mayor parte del tiempo. Además, ir a Madrid no suponía abandonar para siempre pensando la idea de tener una experiencia personal de cooperación durante unos meses, en Cuba o donde fuera. Sin embargo, en el último momento surgió un aspecto, no el fundamental pero sí uno importante, que no cuadró y me creó una mala sensación. Así que decidí que mi vida de ahora, con el camino que he emprendido y lo que se me abre en el futuro, me hace feliz y que no iba a cambiarla por algo distinto si no me convence al 100%.
Así que, ya sabéis, si queréis visitar Cuba entre noviembre y abril, podéis contactar conmigo a través de Bego. No estaré en La Habana sino en la otra punta de la isla, en la “Cuba profunda y real”, que seguro será toda una experiencia de vida, justo lo que yo quería.
Gracias de nuevo a todos.
¿Sorprendidos?
La otra noche soñé que me iba con ella a Cuba. Mientras estábamos allí ella tenía sus asuntos y yo los míos: mi trabajo intentaba establecer vínculos entre organizaciones locales y españolas para realizar proyectos conjuntos, pero no me daba tiempo a terminar las cosas que quería haber hecho allí y le comentaba a Mary Jane mientras tomábamos un helado que tendría que cambiar el billete y quedarme un poco más de tiempo. Lo siguiente que aparece en el sueño soy yo misma contándole a Fidel Castro en una reunión que los derechos LGBT son derechos humanos y son importantes. Me despierto con la sensación de que era como intentar explicárselo a mi abuelo, que en paz descanse, que era sindicalista. En la misma fábrica que el padre de Pérez-Reverte, para más señas.
Para mí, la conclusión de este sueño es que no descanso ni durmiendo… y que echo mucho de menos a mi abuelo. Fue el que consiguió que mis padres nos subieran la paga cada año con el IPC, excepto aquellos años en los que a los funcionarios les congelaron el sueldo; a nosotras, por tanto, nos congelaron la paga. De ésa no nos supo sacar, pero siguió enseñándonos cosas: a mí, a guardar trastos viejos para luego reconvertirlos a otros usos. Cada vez que veo a mi hija coger varios juguetes, una cuerda y un tornillo de juguete y hacer un regalo para mamá me acuerdo de los inventos del abuelo, lo que él llamaba los sisales. Si sale bien, y si no… pues nada.
Mary Jane: si ves a uno de los Castro, dile que he tenido un sueño. Que tengas muy buena suerte, y aprendas mucho. Todo es, al final, un sisale.
Seré breve, porque tengo delante a Mary Jane. Sirva para decir que Mary Jane no soy yo, ni es María, es otra persona, pero este no es su nombre real, por si lo habíais dudado. Estamos al fresco en un FresCo, y tiene el siguiente dilema:
Chica de 34 años, sin ataduras familiares, con hipoteca en su ciudad actual y oposiciones aprobadas en mando intermedio universitario, con Máster en Cooperación Internacional a medio hacer, se encuentra con la siguiente encrucijada:
Opción A
Seis meses de prácticas remuneradas en Cuba (600€/mes) de cooperante como parte del máster, y vuelta a su puesto habitual (o no…) con reserva del mismo. Nivel de estrés previsto: bajo.
Opción B
Puesto de responsabilidad en entidad semipública, con contrato laboral, de 9 a 18h en Madrid (50.000€ brutos/año), al menos dos años, sin reserva de puesto, y con problemas para terminar el máster. Viajes abundantes incluidos. Nivel de estrés previsto: alto.
Las opciones son mutuamente excluyentes. ¿Qué debe hacer nuestra amiga Mary Jane? Pues eso os preguntamos, amables lectores. Tiene hasta mañana martes por la noche para elegir. Quedarse no se va a quedar.