¿Pero qué haces con ese diccionario? — El DTME de la RANM

Hace poco un chico me escribió Twitter diciendo que le gustaba mi blog y que quería proponerme algo. Como yo soy traductora y él de una editorial, allá fue el email. Pero lo que quería proponerme no era lo que yo pensaba.

Era casi más interesante. Ellos me regalarían un libro, y yo tendría que escribir lo que opinaba sobre él, fuera bueno o malo. El trabajo con el que soñaba de pequeña, med dije, siempre que el libro me interese.

No sonaba mal. La sorpresa: era el Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina, en su edición en papel y electrónica. Un diccionario que incluye (¡sí, nena!) la versión en inglés de los 52.000 términos que salen.

Reacciones

Contando la historia estos días, este es el momento en el que los no traductores dicen pues vaya rollo y los traductores dicen ¡no jodas! ¡qué suerte!

Flashback: traductoras y diccionarios nuevos

Siempre me acuerdo del día en el que a mi amiga María Barrios le llegó el nuevo Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE para los amigos) a su piso de Granada. Fue en tercero de carrera. Pasamos un buen rato buscando palabras arriba y abajo, cada una con un tomo, y de repente entró Lolo (por entonces, su novio y uno de sus compas de piso; no es el mismo Lolo que comenta en este blog) y dijo:

—¿Qué hacéis? —con una cara entre de lo que estéis tomando, me apunto tirando ligeramente hacia estáis como una regadera, o dos si son pequeñas.
—¡Buscando palabras nuevas!
—¡Buscando palabras que ya existían, pero ellos decían que no!
—¡Mira ahora lo que se puede usar!
—¡Güisqui!
—¡Cederrón!

No conseguimos transmitirle nuestro entusiasmo, y se fue meneando su cabeza de rizos perfectos. Nos quedamos felices, como traductoras con diccionario nuevo.

Qué tiempos. La élite de la RAE aún no reconocía frikimangabloguerocuentacuentoscanalillo clitoriano.

Tampoco teletrabajador.

¿Qué haces con ese diccionario?

Pasados los bellos incómodos nostálgicos viejos tiempos de pisos compartidos y exámenes sin internet, los diccionarios en papel tienen una tendencia a quedarse en la estantería haciendo bonito, a menos que venga un periodista y haya que explicar qué es ser traductor (o hacer postureo traductor; nota: postureo no sale), como en esta foto de archivo de septiembre de 2007, hace ya seis años:

traduccion-explicada-a-periodistas-begona-martinez

Postureo traductor, septiembre de 2007. Ahora ya no dejo que me hagan fotos con los diccionarios, pero entonces es que no había nada más en la oficina, aparte de las mesas, las sillas, la estantería y el logo. Eran toda mi fortuna (y la licencia del Trados no quedaba tan aparente). Espera: quizá sigan siendo toda mi fortuna.

Me da la impresión de que fuera hace más.

Un unboxing de libro

Volviendo a nuestra historia de hoy, el lunes siguiente me llegó por mensajería una caja enorme. Yo pensé: ¿serán las Orsai? ¿se habrán equivocado? ¿cuántos libros me mandan? Así que le hice una foto a la caja:

La caja llegó enseguida…

Cuando la abrí, me dije: creo que este va a ser el primer unboxing de un diccionario en la historia de la blogosfera.

IMG_1656

¿Corchipán? PD: corchipán NO sale en el DRAE. Unboxing tampoco. Que no, que blogosfera tampoco.

Dato 1: El Diccionario de Términos Médicos de la RANM es enorme. Peso: 3,7kg.

IMG_1658

El placer de abrir un paquete y decir ¡madre mía, es enorme!

IMG_1657

El DTM de la RANM es tan grande como… ¿tres MacBook Air?

Le quité el plástico (¡placer!) y lo puse encima de la mesa.

Dato 2: lleva las prácticas guías a color para saber dónde empieza y acaba cada letra.

Diccionario de Términos Médicos — Quedó como un tomo místico (esto también lo decía mucho María).

Quedó como un tomo místico (esto también lo decía mucho María).

Destino-eternos

Místico como el de Destino de los Eternos de Sandman.

Este es el momento en el que yo debería haber guardado el diccionario para luego, y seguir trabajando. Pero no pude. Lo abrí al azar.

¿Rhesus es macaca mulatta? O mejor dicho: ¿hay un contexto en el que puedes decir rhesus macaca mulatta?

Entrada «rhesus» del DTM.

Entrada «rhesus».

Esto hay que investigarlo. Vamos a buscarlo… Ay, mira ¡Meningococcal meningitis, como en la canción de Tim Minchin! And now you’re in my heart… Para cuando traduzca la canción de Tim Minchin, ya sé que es meningitis meningocócica, y NO meningitis meningocal

Diccionario de Términos Médicos, entrada meningitis menigocócica.

Diccionario de Términos Médicos, entrada «meningitis menigocócica».

Dato 3: Te indica las expresiones que se usan, pero están mal (no como buscar en Google y ver por frecuencias).

¿Por dónde iba?

Ah, macaca mulatta. Más arriba, en la m¿No es muy fuerte que la abreviatura M sirva igual para sexo masculino que para mujer? Qué poco práctico.

IMG_1663

 Con las mismas H sirve para hombre y para hembra ¿no?

IMG_1664

Ah, pues no. Hemaglutinina, henrio, hidrógeno, hipermetropía, histamina, histidina y hora. Pero ni hombre ni hembra se abrevian con h. Curioso.

¿Qué estaba haciendo yo? ah, sí, buscar, macaca mulatta.

Diccionario de Términos Médicos, entrada «macaca mulatta».

Diccionario de Términos Médicos, entrada «macaca mulatta».

Ahá, así que es el tipo de primate con el que se descubrió el Rh. ¿Qué dirían ciertas gentes de esto?

En fin, yo debería volver a trabajar, me dije.

Excepto que me falta una cosa, disculpadme un momento…

 IMG_1675

Efectivamente ¡huele muy bien! A septiembre, inicio de curso… a libros nuevos y brillantes.

Versión electrónica del diccionario

En ese momento me sentía ya culpable por no seguir preparando la interpretación que tenía en breve, sobre cirugía cardiovascular. De repente, me llegó otro email:

—Ah, y aquí tienes tu usuario para la versión electrónica.

Se acabó el perder el tiempo. Y el oler a papel nuevo. Jo.

Estas cosas te venden que son así:

¡Qué render más bonito! (render, en este sentido, tampoco sale en el de la RAE… si alguna vez sale, quizá lo llamen rénder).

¡Qué render más bonito! (render, en este sentido, tampoco sale en el de la RAE… si alguna vez sale, quizá lo llamen rénder).

Pero en realidad son así:

 

Diccionario de Términos Médicos, entrada «euforia».

Diccionario de Términos Médicos, entrada «euforia».


La verdad, mucho más práctico dado todo lo que yo me distraigo mucho buscando en papel: y con la ventaja de que las entradas van enlazadas unas con otras.

Podéis ver vosotros mismos el aspecto que tiene porque hay una versión de prueba gratuita, pero solo sirven palabras que empiecen por la A. ;P Se puede comprar también el acceso al diccionario electrónico, pero es una suscripción anual.

Ventajas de la versión electrónica

Las principales ventajas de la edición electrónica versus al precioso libro místico en papel de 3,7 kg son bastante obvias:

  1. El buscador busca en todo el texto del diccionario.  Y tiene búsqueda avanzada.
    1. Ventaja obvia 1: Puedes buscar por término en inglés. Ya no es español>inglés, también es inglés>español.
    2. Ventaja obvia 2: Puedes buscar palabras que no tienen entrada propia.
  2. Puedes copiar y pegar en tu glosario.
  3. Puedes buscar por aproximación¿querías decir… en vez de…? 
  4. Las palabras relacionadas están enlazadas, a un clic.
  5. No tienes que cargar el volumen místico de 3,7kg que no cabe en la mochila del portátil.
  6. Es más barato a corto plazo.
  7. Se actualiza periódicamente (en teoría).

Desventajas de la versión electrónica

  1. Es una suscripción anual, con lo que aunque el precio es razonable, hay que ir pagando año a año.
  2. Es online, con lo que necesitas conexión a internet y dependes de la velocidad de la conexión (eso sí, carga razonablemente rápido).
  3. No huele; ni bien, ni mal.
  4. No te puedes hacer fotos con él.
  5. No sirve para calzar mesas, ni para alcanzar al estante de arriba de nada (véase este vídeo, esta gente me cae bien).

Resultados

¿Resultados? Pues un glosario sobre cirugía cardiovascular bastante majete para el siguiente trabajo que tenía. Lo podéis ver (y comentar) aquí.

Glosario cirugía cardiovascular

Glosario cirugía cardiovascular

Y aquí, el glosario en uso en la interpretación de un congreso médico para Matiz que decía antes, en el Hilton Buenavista de Toledo:

Interpretando con un glosario bien construido

Así se ve el mundo desde la cabina del intérprete: el glosario bien construido, la presentación, la gente. Por cierto, todo bien, felicitación del cliente, y una tarde maravillosa de curro con Xaqueline. ¡Más no se puede pedir!

Dos regalos para ti

En resumen: escribir este blog me ha traído muchas alegrías, y que te regalen un diccionario que además mola y vas a usar, pues mira que te diga, es un lujazo. Pero me faltaba una llamada de la editorial:

—Oye, ¿no querrás un descuento para tus lectores? Por si se lo quisieran comprar.
—Ah, pues mira.

Así que si os queréis agenciar el diccionario y hacer el friki como yo usarlo para el bien:

De nada. 🙂

¿Te gusta? ¡Te lo regalo!

A pesar del buen rato que pasamos juntos, creo que este diccionario se merece ver algo más de mundo que estando en mi estantería. Este es el trato: yo me quedo la versión electrónica, que de todas maneras está a mi nombre, y te regalo la versión en papel. ¿Hace?

  • Lo sortearé entre los que comenten en esta entrada hasta el 31 de julio de 2013 a las 23:59h.
  • Lo entregaré en septiembre, en mano, en Murcia o Madrid. 
  • Si no te acercas a por él a uno de estos dos sitios, te lo puedo enviar a portes debidos.
  • ¡Actualización! Los de Panamericana se ofrecen a regalarle otro a un lector, y se lo enviarán directamente a casa.
  • Actualización: sorteado ya. ¡Felicidades @paulaenbarna!

  • Para participar, comenta diciendo:

¿qué es lo más raro que te ha pasado con un diccionario?

 

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Comentarios

Missplaced
22 julio, 2013

Mi traductriz favorita pasó de traducir fantasía y ciencia-ficción durante años para Minotauro, a la traducción médica en exclusiva. Mira que os gustan las palabras raras 😛

Yo no soy traductriz, pero me lo pasaba teta buscando cosas en la enciclopedia por amor al arte (y al conocimiento). Y a veces con los diccionarios también, así que lo entiendo perfectamente.

Stéphanie
22 julio, 2013

Cosas raras que me han pasado con diccionarios :

Algunos diccionarios me salvan la vida a diario:
1) Tengo desde hace unos meses un diccionario Catalá-Castellano. Lo uso cada vez más ya que me mandan cada vez más a traducir al francés… textos catalanes REQUETEMAL traducidos al castellano que siguen con partes mal traducidas/no traducidas. Mando mis dudas al cliente pero mientras espero su respuesta, consulto el termcat: (http://www.termcat.cat/) y hojeo mi diccionario de papel-en línea para entender lo que me parece ser chino.

2) Estoy casada con Le Petit Robert en Francia. En España, después de muchos años de noviazgo con el diccionario de la RAE, lo engañé con María Moliner y a veces con el señor Seco. Ahora es un
« ménage à trois » (cuatro).

3) El diccionario Bordas des Pièges et difficultés de la langue française me saca de apuros muchas veces. Voy a comprarme el Grévisse, referencia en Francia como la Gramática de la RAE, aunque el Grévisse que es más una gramática descriptiva que un diccionario.

Hay uno que quisiera hojear más a menudo:
Le Petit Dictionnaire Japonais-Français (lo escriben todo en mayúsculas, lo que al Bordas no le gusta): Empecé a estudiar japonés en Francia, desgraciadamente, no tengo tiempo para estudiar más y no encuentro a un profe en Cantabria de japonés. Pero no me rindo y pienso recobrar mi relación con este diccionario y los libros de Kanjis.

Los diccionarios muestran que tenía que ser traductora y que era una adolescente friki totalmente en desfase con sus compañeras de clase que pedían bolsos, ropas, fiestas, motos, coches… (Era un instituto privado pijo y la crisis no había llegado)… En fin, cosas normales para unas chicas adolescentes que no piden diccionarios para su cumple:

1) Para mi decimosexto cumpleaños, le pedí a mi padre el Larousse español-francés/francés-español.
2) Para mi decimoctavo cumpleaños, usé el dinero dado por mi abuelo paterno para comprar el diccionario Larousse inglés-francés/francés-inglés. Lo sigo usando, siempre es una ayuda fiable ya que los diccionarios en línea contienen a veces errores. El diccionario de papel sirve de criba entre las numerosas traducciones propuesta en línea. Las chicas de mi clase no entendieron muy bien mi elección.

3) Tengo un montón de diccionarios /recopilatorios francés-español o monolingües (francés o español) de refranes. Me encanta aprender refranes, traducirlos, buscar su sentido y SU EQUIVALENTE EN FRANCÉS/ESPAÑOL. El primero que me compró mi padre fue uno de refranes de 800 pesetas en un Pryca, antepasado del Carrefour, cuando hacíamos la compra veraniega. Luego recuperé otros de mi madre y compré muchos.

Mis diccionarios son importantes ya que están ligados a la historia de la familia por sus numerosos dueños:
1) El Gaffiot (diccionario latín-francés) ha pasado por toda la familia. Fue primero de mi madre, luego de sus primos que me lo volvieron a pasar y luego volvió a los primos hermanos. Sudé muchas veces la gota gorda con este diccionario. Quizás vuelva a ser mío cuando tenga niños. Bueno, el señor Wert acaba de quitar la asignatura de Cultura Clásica y en Francia dan la puntilla al « Capes de Lettres Classiques » (oposiciones para enseñar el latín y el griego). La cosa pinta mal.

2) Tengo una vieja edición del diccionario español-francés/francés-español, el Pompidou-Maraval, no el Larousse que contiene traducciones extrañas como lo subrayó La Société des Langues Néo-Latines en su boletín de marzo de 2008. Volvamos al Pompidou-Maraval de 1960 y en su primera página, se puede ver el precio, 15 francos. Lleva el nombre de mi querida abuela: Yvonne Genevois.

Encontré sorpresas en algunos diccionarios
1) Un billete de 100 francos hace dos años en otro diccionario español-francés. Un Delacroix http://fr.wikipedia.org/wiki/100_francs_Delacroix
Le dejé el billete a mi suegro numismático. Además, ya no se puede cambiar en el Banco de Francia…

2) En 2005, tenía que estudiar Los Pasos Perdidos de Alejo Carpentier. Estaba hojeando uno de los ejemplares de la RAE que tenemos. Era el ejemplar de mi madre que había recuperada después de una mudanza. Buscaba una palabra y me encontré en una vieja fotocopia: era un fragmento de Los Pasos Perdidos con apuntes de mi madre. Lo vi como un guiño del destino.

El diccionario que me hizo llorar hace unos meses es uno de italiano-francés de Hachette de bolsillo. Tenía que clasificar los libros para la venta en Francia del piso de mis abuelos que se han tenido que ir a una residencia. Mi abuelo es francés pero siempre le han gustado los idiomas. Aprendió el español con los Republicanos exiliados y leyendo el periódico. Antes hablaba, inglés, alemán, español y algo de ruso.
En 1990, fue sometido a una leve intervención por una hernia. Todo salió bien pero se aburría como una ostra en el hospital. Estaba en la misma habitación que un señor italiano que hacía crucigramas, http://it.wikipedia.org/wiki/La_Settimana_Enigmistica.
El señor italiano le prestó los crucigramas y el abuelo empezó a hacerlos… Me parece un prodigio ya que soy incapaz de hacerlos en francés. Se compró su diccionario de italiano y así, aprendió italiano. No se puede decir que sea bilingüe con el C2 del Marco común europeo de referencia pero lee el italiano y entiende bastante bien la tele. Un diccionario, unos crucigramas le bastó para estudiar.

Pegué con cuidado la tapa del diccionario que se iba y se lo traje a mi abuelo a la residencia. Está cansado y le cuesta leer, pero es su diccionario. Cuando ya no esté, recuperaré el diccionario. Tengo otros de italianos mejores y más recientes, pero no podré tirarlo y lo traeré aquí, en Santander.

PD: Me olvidaba de mi primera cita con mi pareja. Fuimos a ver una expo sobre Egipto (algo neutral para conocernos). El día fue estupendo, ya caía enamorada después de unas horas y la atracción parecía ser mutua. Pero, de repente, me preguntó:
– ¿Puedo preguntarte algo?
– Claro (pensé que me iba a dar calabazas, que iba a decirme que no quería nada conmigo, otro chasco, vamos…).
– ¿Por qué estás apuntando todo el rato palabras en un papel? ¿Es sobre mí?
— No… ¡no! Mira, estoy estudiando español para oposiciones. Los profesores nos aconsejaron hacer muchas traducciones inversas, así que apunto palabras francés para buscar la traducción en español en MI DICCIONARIO.

No huyó a pesar de tener cita con una loca que apuntaba palabras en un papelito. Nos casamos en el año 2011 y ahora me oye gritar cuando Trados me suelta: « Object reference not set to an instance of an object ».
Lo que el diccionario no te dice nunca.

Bego
22 julio, 2013

¡Muchísimas gracias! ¡¡¡Qué historias, me encantan!!!

Txema Campillo (@Txemacg)
22 julio, 2013

No hay tacón para tanto diccionario 😛

Bego
22 julio, 2013

Uy, sí que hay. 😉

nimbusaeta
22 julio, 2013

¡Qué bueno! Después de ese comentario poco puedo aportar… Pero a mí también me han dado alegrías los diccionarios. Cuando empecé la carrera (Filología Clásica), todos mis compañeros ya tenían sus diccionarios de griego y latín porque habían hecho el bacihllerato de humanidades, pero como yo venía del de ciencias, tenía que ir a comprármelos. Como veía que durante la carrera iba a necesitar muchos libros, no quería gastar mucho dinero en los diccionarios. Además, los que usaban mis compañeros eran el Vox (para latín o, mejor dicho, «latino») y el de Pabón (para griego antiguo), que no eran precisamente nuevos, así que me los compré en una tienda de segunda mano de la calle Libreros de Madrid. Bueno, pues unos años después, ¿qué me encuentro en una estantería de mi cuarto, entre otros libros viejos de mi madre? Nada más y nada menos que el Pabón, una edición anterior, pero igualito que el que yo me había comprado. Si lo llego a saber… (bueno, me habría ahorrado menos de 10 euros, pero es que soy de tacaña…)
Y ahora mi trabajo actual en una editorial es precisamente en la colección de diccionarios. Antes de la entrevista me pidieron esperar y estuve hojeando el catálogo; lo que más me llamaba la atención fue justamente la colección de diccionarios. Y precisamente al verme con el catálogo me preguntaron cuál era la sección que más me había gustado, ¡y ahí que me colocaron! Yo, feliz, y hasta hoy 🙂

Bego
22 julio, 2013

Yo también me compre un diccionario de latín y una gramática griega que resultó tenían ya mis padres. 🙂

Mara
22 julio, 2013

¡Me ha encantado la entrada! El DTME está en mi lista de Reyes, así que ya te puedes imaginar. En casa ya están acostumbrados, pero la primera vez que me pedí la última edición del DRAE me miraron un poco raro… Y mis amigas ni te cuento, en sus listas caben perfumes, joyitas, algo de ropa… Incluso algún libro. ¿Pero un diccionario? Creo que os podéis imaginar sus caras 😀

¿Lo más raro que me ha pasado con un diccionario? Lo llevaba en el bolso y durante el registro en un control de aduanas, el funcionario que rebuscaba entre mis cosas empezó a darle vueltas y más vueltas, como si fuera un arma de destrucción masiva y hubiera que desactivarlo, jajaja…

Si me tocara el DTME ya tengo excusa para ir a Madrid, mira por dónde ;D

Bego
22 julio, 2013

¡O a Murcia! A mí también me cayó unos Reyes una Británica (en DVD) que dejó atónito al personal… y la gramática de la RAE que se ve aquí y a la que hace referencia Txema:

http://instagram.com/p/Njmf5Cv08I/

Maribel Aguilar
22 julio, 2013

He visto esta mañana tu entrada en Twitter pero, ¡menuda mañana!, así que he esperado hasta ahora para leerla con toda tranquilidad porque he pensado: Mmm, esto promete.

Y así ha sido, gracias por compartir esta experiencia. Menudo pedazo de diccionario, qué viejos recuerdos, ¡ah! ¡Los diccionarios! A mí también me encantan. Siempre me han gustado. Desde mi época de adolescente, cuando traducía las canciones que más me gustaban en una época en la que no había Internet, y ya era difícil encontrar la letra.

Pues, te lo vas a creer, pero lo primero que he hecho ha sido buscar en Internet el aspecto de la «macaca mulatta», y luego el significado de «render»; que está como significado de «rendir, entregar». ¿Será deformación profesional? ¿O que me gustan los diccionarios? 😉 En cambio, no está en el Panhispánico.

Me han gustado las fotos, y tú en tu línea, fresca y alegre, como siempre. Y luego resulta que, además, sorteas el diccionario. Pues te voy a contar lo más raro que me pasó con uno, y que me sigue pasando.

Hace algunos años, cuando todavía no sabía que iba a estudiar traducción, me compré un monolingüe inglés. Al buscar la primera palabra ya no podía parar, porque en la primera definición siempre había algún término que no conocía y que tenía que buscar, y así sucesivamente. Luego comprendí que es una buena manera de aprender un idioma.

Besos,
M.

JudithHita
22 julio, 2013

Vaya historias las de Stéphanie, madre mía. Mis historias con los diccionarios comenzaron también muy pequeñita, en mi casa había muchos, muchos libros y, entre ellos, bastantes diccionarios y enciclopedias a mí siempre me ha aburrido la tele y por la noche, cuando todos se sentaban a verla después de comer yo cogía un diccionario y una enciclopedia y me pasaba hora repitiendo la misma frase por la que aún me siguen reconociendo mi familia y alguno de mis amigos: «¿Sabías que X quiere decir X?».

Cuando fui creciendo mi hermana se doctoró en Filología Hispánica -más diccionarios- y yo comencé Traducción e Interpretación -más diccionarios aún- y luego me eché un novio italiano -todavía más diccionarios- y ahora en cualquier cena familiar siempre hay un diccionario de por medio para evitar las posibles discusiones entre mi hermana y yo cada vez que mi novio pregunta el significado o sentido de alguna palabra.

Las anécdotas más curiosas que recuerdo con diccionarios son las siguientes:

1. Durante el tiempo que estuve en Chipre estudiando con una beca llevé todo el tiempo conmigo mi diccionario ELES que me salvó de más de un apuro. Me lo llevaba a la playa, a la piscina y casi hasta a la ducha, mucha gente empezó a conocerme como «la chica del diccionario», la única noche que no me llevé el diccionario dije «seguro que esa chica está en su cuarto con un pepino», en lugar de «seguro que esa chica está en su cuarto con un muchacho». Y así provoqué las risas de todos los que estaban conmigo.

2. En segundo de carrera descubrí que Le Petit Robert se podía comprar directamente por internet a precios mucho más baratos y probé a ver cómo se haría, en teoría sin finalizar el proceso de compra, en teoría. Un mes más tarde me llamó mi padre diciéndome que había llegado a mi casa un paquete con libros procedente de Francia, os podéis imaginar mi cara… Le pregunté si había pagado algo a lo que él me contestó que no, que no había pagado nada, que el paquete había llegado por pura suerte porque no había ni dirección puesta, que solo estaba mi nombre -esas cosas que pasan por vivir en un pueblo pequeño y que la cartera te conozca. Me extrañó, pero bueno, al menos ya tenía un buen lote de diccionarios en casa. Un mes más tarde llegó otra carta exigiendo el pago de los diccionarios y allá que me tuve que volver loca porque solo aceptaban pagos con cheques, por aquel entonces no tenía ni idea de que aún se podía pagar con cheque. Me volví loca y pagué los diccionarios pero fue bonito mientras duró pensar que aquellos diccionarios no me iban a costar nada.

Salva
22 julio, 2013

Decías que a lo mejor no me interesaba mucho esta entrada. Pues te has equivocado. Si fuera un texto exclusivamente profesional, quizá lo hubiese abandonado a mitad, pero Bego, tienes esa forma tan dulce y divertida de contar cosas serias que uno no se puede resistir a leer hasta el final.
Yo no tengo una historia de supervivencia ni de registros en aeropuertos relacionados con diccionarios, a mí la palabra diccionario me lleva directamente junto a mi padre (1942-2000). Noveno hijo de once hermanos, nacido en una aldea de la Almería rural, no sólo llegó a ser médico desarrollando su labor en Cartagena sino que se enamoró de la etimología y llenó mi casa de diccionarios de todo tipo. Lo recuerdo en sus últimos años, con las gafas sobre la mesa comiéndo acepciones y anotando todo tipo de palabras con intenciones ordenadas que desde el sofá parecían una sopa de letras. Le gustaba comentarme los avances de su inacabada obra y jugaba conmigo a que intentase acertar la raíz o el significado de algunas palabras que ni él ni yo conocíamos antes. También se entretenía construyendo fobias, síndromes y enfermedades raras quizá con la ilusión de que fuesen aceptadas en el futuro como nuevas voces médicas.
Si algo reflejabas en esas fotografías era ilusión, la que a uno le invade cuando abre una caja aun sabiendo lo que contiene. El olor a septiembre es impresionante cuando abres un libro nuevo.
Si me lo permites, me quedo con la versión en papel, no me veo junto a mi padre dándole al ratón. Él fue el que me regaló mi primer diccionaio de psicología (que compartía con mis compañeros en la facultad) y el de Ciencias Médicas (también con esos apartados de colores por letras), me decía que era de consulta obligada para cualquier estudiante de la rama sanitaria.
Así que fíjate Bego si me ha interesado la lectura, me ha hecho viajar al rincón más cálido de mi memoria, por eso tengo que darte las gracias.
Te decía que lo leería tumbado en la playita, y aquí estoy, encajando los últimos rayos del día, también te decía que lo haría desnudo de prejuicios, que es algo fundamental cuando se trata de leer algo desconocido con ansías de entendimiento, e icluso te decía que lo haría con vistas a África. Espero que me permitas esa licencia poética, desde Huelva a Alicante (que es desde donde te leo y te escribo), si tiras en línea recta miranso al mar, si no se ve África es porque hay mucha «boria» (catalanismo) o porque no somos línces como para superar los kilómetros que separan los continentes, pero África estar, está ahí.

Un beso de buenas tardes que sirva para varias ocasiones teniendo en cuenta que no nos vemos a menudo.

Salva.

Inés Alcolea Llopis
23 julio, 2013

Me ha encantado la entrada y además no conocía tu blog (2×1). El momento unboxing ha sido genial xD
Pues yo soy muy friki de los diccionarios, he de decir que el diccionario que más me gusta de mi colección es el de español>gato/gato>español y le siguen el de frases hechas españolas y el del inglés de la calle, el cual me di cuenta que estaba desfasado cuando le dije a un amigo inglés una de esas expresiones con aires de persona cool y me miró como si viniese de la época de Shakespeare. Ahora, el que más leo por placer es el diccionario combinatorio REDES porque además es muy interesante y se pueden aprender cosas curiosas ^^

En fin, un saludo 😀

anacarmela
23 julio, 2013

Hola Begoña
Empecé a leer tu blog siguiendo tu viaje a Nicaragua. No recuerdo como di con tu blog, porque esto de internet a veces marea.
Me encantó la reseña del diccionario, especialmente la parte en que los hueles.
No tengo ninguna historia rara con un diccionario: sencillamente me enamoro de ellos.

paugrostranslation
23 julio, 2013

Muy buena entrada, es casi como si nosotros mismos pudiéramos sentir el gozo de abrir, pasar páginas y (muy importante) oler el diccionario 🙂

¡Y me ha encantado la referencia a Tim Minchin, no he podido evitar una silenciosa carcajada!

Mox
23 julio, 2013

Gracias por la entrada y los comentarios, me he reído mucho. Efectivamente es igual a mi entrada de hoy (http://mox.ingenierotraductor.com/2013/07/where-do-translators-come-from.html)

(No me incluyas por favor en el sorteo del diccionario, prefiero que se lo quede alguien que traduzca temas médicos).

jesusnegrogarcia
23 julio, 2013

Qué pintaza tiene ese diccionario; si huele tan bien, ¡tiene que ser mío!

Con las anécdotas que ya se han contado, poca cosa interesante se puede aportar.

La que voy a contar ahora me ha pasado justo hace un rato, fruto del estado psicodélico en el que nos sumergimos a veces cuando llevamos días y días dale que te pego sin parar, y lo que nos queda. El caso es que tenía abiertas para trabajar, entre otras, dos ventanas de Firefox en el sitio de Wordreference, una con el diccionario English-Spanish y otra con el diccionario de sinónimos en español. El caso es que he ido a buscar «peer» para dar un repaso al abanico de posibles traducciones y ver cómo podía encajar la palabra en mi contexto, pero en mi ansia viva la he tecleado en el diccionario de sinónimos y no en el de English-Spanish, obteniendo como resultado: «ventosear». Normalmente el diccionario de sinónimos te devuelve varios resultados, lo que me hubiera puesto sobre aviso de que ese no era el diccionario que tenía que ser, pero no, en este caso solo hay uno, el único: «peer» = «ventosear». Por lo tanto, no he comprobado si estaba o no en el diccionario correcto, ni se me ha pasado por la cabeza (que estaba muy pocha ya en ese momento) y he ido corriendo al diccionario de la RAE, no vaya a ser que «ventosear» tenga acepciones que yo no conozco, más apropiadas al contexto para el que tenía que traducir «peer». Total, que «ventosear» es «ventosear», no hay más. Y yo pensando: «¿Pero entonces? ¡Qué va! Esto no puede ser!». Entonces me he quedado mirando a la pantalla, que después de un rato me ha iluminado con sus emisiones lumínicas y por fin se me ha ocurrido a mí solito: «¡Coño, a que lo voy a haber puesto en el diccionario de sinónimos!». Y tate. Me ha costado.
Me he empezado a reír yo solo y me han preguntado por aquí por casa que qué pasaba; se lo he explicado, nos hemos reído todos y todos hemos sido felices y han aparecido los títulos de crédito.

Esto asumiendo que los diccionarios chusqueros online valgan para concurso.

Añado otra pequeña anécdota, aunque no es muy rara.

Hace ya unos cuantos años, un par de amigos míos, hermanos ellos, me contaron muy ofendidos la discusión que habían tenido sobre el significado de una palabra en casa (ahora no consigo recordar cuál, con lo que mi historia va perdiendo enteros), que su padre había zanjado, finalmente, con una consulta a una enciclopedia de estas de tropecientos tomos que antes había en todas las casas (estoy dando por hecho que incluimos las enciclopedias en el concepto diccionario), demostrando que era él y no ellos, quien tenía razón. A mí me parecía muy bien y muy razonable lo que había hecho su padre, y así se lo hice saber. Entonces, los dos me miraron con cara de: «pero mira que eres repelente, chaval».

Supongo que era un indicio de vocación traductoril de esos que ahora se llevan tanto.

Es la primera vez que paso por el blog; muy completo.

Un saludo.

golfxs con principios
24 julio, 2013

Qué bien escribes, me he acabado merendando toda la entrada 🙂
(y mira, he llegado a tiempo para el sorteo).

Rosa
24 julio, 2013

Y, después de todos estos comentarios, ¿qué puedo decir yo? Pues que no soy traductora, ni filóloga, pero que desde que no me llegaba el brazo a la estantería ya estaba yo cogiendo el diccionario y leyendo palabras, pensaba que los mayores las conocían todas y que para crecer había que aprenderlas…
Le pedí a los reyes magos, con 10 u 11 años, una enciclopedia que aún está en casa de mis padres y utilizan mis sobrinos para «ver cosas antiguas». Si me paro a pensar un ratito podría escribir lo que aparece en cada lomo del Lexis22 (a/ameo, aven/buca…) es la imagen de mi hogar.
Soy una lectora insaciable y tengo miles de libros. Cuando compré los dos tomos del diccionario de uso del español de María Moliner, hace unos 6 años, me llamaron loca. «¿para qué quieres eso si existe internet?»
Me gustan los idiomas y siempre me empeño en buscar la relación que hay entre ellos, pero mira tú por dónde que (quizá me equivoqué) soy optometrista. Mi chico es enfermero y justo empieza este año Medicina (nunca es tarde, aunque casi podría ser el padre de los que serán sus compañeros de curso) así que sería el regalo perfecto. Yo tendría un libro más en casa para adorar y perderme en él, y sería la manera de apoyar su decisión de volver a la Uni a estas alturas.

Aprovecho para decirte que te leo en ocasiones, que me encanta el entusiasmo que transmites, la naturalidad, y que estoy deseando ir a Murcia en septiembre!!

Saludos!!

Fernando D. Walker
24 julio, 2013

¡Excelente entrada, Begoña! Ni hablemos de la reseña. Ha sido de lo más útil.

En lo que respecta a mi experiencia con mis amigos entrañables y fieles compañeros de aventuras traductoriles, recuerdo que una de las oportunidades más interesantes que tuve en mi vida profesional fue la de haber participado como colaborador en la revisión del Diccionario de americanismos. ¡No saben la cantidad de términos que aprendí en tan poco tiempo! Para mantenernos en tema, aquí va uno…

Falfayota.

I. 1. f. PR. Inflamación de los ganglios submaxilares.

Te apuesto a que ese término no está en el Diccionario de términos médicos. 😉

Saludos.

Elena
29 julio, 2013

¡Qué entrada más genial!

Una de las cosas más raras que me ha pasado con un diccionario es que todos los empleados de una librería vengan a preguntarme de qué va el diccionario que les había pedido (REDES), porque no entendían eso de «Diccionario combinatorio del español contemporáneo». Después, este diccionario fue mi regalo de reyes, así que las caras de los más pequeños de la familia fueron un poema al verme tan feliz por un diccionario.

Luego están las innumerables miradas de extrañeza de la gente de la biblioteca de mi universidad o de mi pueblo cuando me llevo una montaña de diccionarios tan variados como uno de términos médicos, el Alcaraz Varó, otro de sinónimos y el monolingüe de inglés o alemán.

Un saludo,
Elena

richiguada
29 julio, 2013

Buena entrada!
La versión electrónica está bien, pero donde esté la belleza del papel que se quite el resto 😉

Paula M (@PaulaenBarna)
29 julio, 2013

Yo debo reconocer que no tengo muchos diccionarios en papel, me pasé al electrónico de manera temprana. Aún así, recuerdo que mi primer libro comprado por Amazon fue el OED, Oxford English Dictionary, y recuerdo haberlo elegido porque incluía una etimología de las palabras, algo que siempre me ha fascinado. Es uno de los pocos libros que trasladé en mi viaje transoceánico, y todavía hoy lo consulto para saber cuándo entró una palabra a la lengua inglesa. Hubo una temporada en que sirvió como elevador de la pantalla del ordenador, y a veces lo usamos con mi hija a manera de trona: el diccionario bien colocado en una silla normal funciona a la perfección como trona intermedia, cuando ya no caben en la de bebés, pero la silla normal los deja comiendo con los codos a la altura de la cara…

Como estoy especializándome en traducción médica, me vendría de perlas este bonito mamotreto.

Saludos, Begoña, ¡y gracias!

Javier Mallo (@javmallo)
30 julio, 2013

En una ocasión entré en la biblioteca de la Casa de las Conchas en Salamanca para consultar unos diccionarios especializados. Iba con mi libretilla de interpretación de toda la vida para tomar notas… Lo interesante es que en esa misma libreta había escrito un librillo de poemas durante todo un mes. Tras mucho hojear diccionarios y enciclopedias una cosa fue llevando a otra y, al final (como en tu caso), acabé con «palabros» bastante apartados de lo que había ido a buscar…

Al día siguiente descubrí que mi libreta, con sus notas y sus poemas, había quedado olvidada entre los diccionarios de aquella biblioteca… (sí, muy borgiano todo…)

Besotes.

Sara de Albornoz
30 julio, 2013

Cuando estaba en la facultad me desapareció de casa un diccionario monolingüe de francés bastante nuevo y bastante caro. Nunca lo sacaba de casa, porque era un tocho considerable, así que claramente alguien lo hizo desaparecer. Mis compañeros de piso dijeron que no tenían ni idea. No les creí, pero no quise darle mayor importancia. Era uno de esos pisos de estudiantes en los que siempre hay más gente de la que vive allí. Meses después, encontré ese diccionario, esa edición, igual de usado, en una librería de segunda mano. Más barato, eso sí. Nunca pude confirmarlo, pero me quedé con la sensación de haber comprado dos veces el mismo libro.

Miaumiau
30 julio, 2013

Lo más raro, aparte de lo típico de emocionarte en voz alta por casualidades o bellezas léxicas y que nadie te comprenda, quizá no fue tan raro. Me puse a leer un diccionario como última alternativa para coger sueño rápido en la víspera del examen, me enganché, no dormí y al final saqué notaza. Supongo que cuando das caña al cerebro, y le gusta, ojo, te lo agradece 🙂
Otra cosa que me solía pasar de pequeña era que en los alrededores de las palabras que buscaba, encontraba otras que me impactaban por su sonoridad o significado y durante las dos semanas siguientes aparecían casualmente por todas partes. Hace mucho que no me pasa porque ya no tengo a mano diccionarios en papel (ejem…)
Saludos

Violeta Arranz
30 julio, 2013

Pues en mi caso debo confesar que me encanta completar mis diccionarios en papel…. Y esa es precisamente la gran ventaja que tienen para mí frente a los diccionarios electrónicos y en línea.
Llevo ya más de 10 años de especialización en derecho, economía y finanzas y mis diccionarios de esos temas tienen términos añadidos con los que me he ido encontrando y que no había incluido la editorial. Cuando doy con la traducción exacta o el término perfecto lo añado en la correspondiente página. ¡Y ya imagináis la alegría que me da cuando al cabo de meses vuelvo a buscarlo y lo encuentro de mi puño y letra! 😉

Pedro Satué
30 julio, 2013

A estas alturas, me confieso locamente, perdidamente, irremediablemente enamorado del diccionario de la RAM. Qué otra cosa podría pasar, después de apurar tu excelente comentario.

¿Diccionarios? Hay uno al que le tengo especial cariño porque, con uno como él, prestado para la ocasión por el único traductor que conocía por aquel entonces, me presenté al examen de TIJ. Lo compré al día siguiente de recoger el nombramiento («será de guarda jurado, ¿no?», me dijeron en el Gobierno Civil cuando me presenté a por el papel). Sí, aquel diccionario, del colega, también TIJ, Emilio Martínez Amador, me rindió buenos servicios, con sus seis centímetros de margen superior donde apuntar cualquier cosa.

¿Y qué podemos decir del Historical Dictionary of American Slang, muerto al llegar a la O sin que ningún editor quiera hacerse cargo de continuarlo? Ay, diccionarios.

thisismarr
30 julio, 2013

¿Diccionarios? ¡Amo los diccionarios! Soy una diccionariohólica declarada, pero por suerte es una adicción bastante normal en el mundo de la traducción.
En mi caso, es algo que vengo criando desde chiquita. En casa siempre hubo muchos diccionarios, varios polilingües donde podía fijarme cómo se dice «gato» en sueco y poder así elegir el nombre de mi gata.
Siempre tuve una fascinación por ellos y me encantaba leerlos e investigarlos por horas, aprender palabras, expresiones y otras cosas muy útiles, como contar hasta 10 en vasco.
Fue también un diccionario el que me llevó a otra adicción (esta no tan saludable, sobre todo para mi bolsillo): el pedir libros por internet.
El primer libro que pedí fue un Merriam Webster Collegiate Dictionary, claro está, forrado en simil cuero (mi primera compra tenía que ser a lo grande).
Lástima que la perfección de esa portada duró tan poco, lo que me lleva a lo más raro que me pasó con un diccionario.
Resulta que no solo los traductores somos amantes de los diccionarios: también algunas babosas parecen encontrarlos sumamente atractivos.
Así fue que un día me fui a consultar mi amado Webster y encontré una babosa tamaño familiar paseando por el relieve dorado del diccionario.
Si será tal el amor por mi diccionario que logré no prenderlo fuego. Claro, lo bañé en alcohol, pero lo importante es que sigue conmigo.

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