Hace poco un chico me escribió Twitter diciendo que le gustaba mi blog y que quería proponerme algo. Como yo soy traductora y él de una editorial, allá fue el email. Pero lo que quería proponerme no era lo que yo pensaba.
Era casi más interesante. Ellos me regalarían un libro, y yo tendría que escribir lo que opinaba sobre él, fuera bueno o malo. El trabajo con el que soñaba de pequeña, med dije, siempre que el libro me interese.
No sonaba mal. La sorpresa: era el Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina, en su edición en papel y electrónica. Un diccionario que incluye (¡sí, nena!) la versión en inglés de los 52.000 términos que salen.
Contando la historia estos días, este es el momento en el que los no traductores dicen pues vaya rollo y los traductores dicen ¡no jodas! ¡qué suerte!
Siempre me acuerdo del día en el que a mi amiga María Barrios le llegó el nuevo Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE para los amigos) a su piso de Granada. Fue en tercero de carrera. Pasamos un buen rato buscando palabras arriba y abajo, cada una con un tomo, y de repente entró Lolo (por entonces, su novio y uno de sus compas de piso; no es el mismo Lolo que comenta en este blog) y dijo:
—¿Qué hacéis? —con una cara entre de lo que estéis tomando, me apunto tirando ligeramente hacia estáis como una regadera, o dos si son pequeñas.
—¡Buscando palabras nuevas!
—¡Buscando palabras que ya existían, pero ellos decían que no!
—¡Mira ahora lo que se puede usar!
—¡Güisqui!
—¡Cederrón!
No conseguimos transmitirle nuestro entusiasmo, y se fue meneando su cabeza de rizos perfectos. Nos quedamos felices, como traductoras con diccionario nuevo.
Qué tiempos. La élite de la RAE aún no reconocía friki, manga, bloguero, cuentacuentos, canalillo o clitoriano.
Tampoco teletrabajador.
Pasados los bellos incómodos nostálgicos viejos tiempos de pisos compartidos y exámenes sin internet, los diccionarios en papel tienen una tendencia a quedarse en la estantería haciendo bonito, a menos que venga un periodista y haya que explicar qué es ser traductor (o hacer postureo traductor; nota: postureo no sale), como en esta foto de archivo de septiembre de 2007, hace ya seis años:
Me da la impresión de que fuera hace más.
Volviendo a nuestra historia de hoy, el lunes siguiente me llegó por mensajería una caja enorme. Yo pensé: ¿serán las Orsai? ¿se habrán equivocado? ¿cuántos libros me mandan? Así que le hice una foto a la caja:
Cuando la abrí, me dije: creo que este va a ser el primer unboxing de un diccionario en la historia de la blogosfera.
Dato 1: El Diccionario de Términos Médicos de la RANM es enorme. Peso: 3,7kg.
Le quité el plástico (¡placer!) y lo puse encima de la mesa.
Dato 2: lleva las prácticas guías a color para saber dónde empieza y acaba cada letra.
Este es el momento en el que yo debería haber guardado el diccionario para luego, y seguir trabajando. Pero no pude. Lo abrí al azar.
¿Rhesus es macaca mulatta? O mejor dicho: ¿hay un contexto en el que puedes decir rhesus o macaca mulatta?
Esto hay que investigarlo. Vamos a buscarlo… Ay, mira ¡Meningococcal meningitis, como en la canción de Tim Minchin! And now you’re in my heart… Para cuando traduzca la canción de Tim Minchin, ya sé que es meningitis meningocócica, y NO meningitis meningocal.
Dato 3: Te indica las expresiones que se usan, pero están mal (no como buscar en Google y ver por frecuencias).
Ah, macaca mulatta. Más arriba, en la m. ¿No es muy fuerte que la abreviatura M sirva igual para sexo masculino que para mujer? Qué poco práctico.
Con las mismas H sirve para hombre y para hembra ¿no?
Ah, pues no. Hemaglutinina, henrio, hidrógeno, hipermetropía, histamina, histidina y hora. Pero ni hombre ni hembra se abrevian con h. Curioso.
¿Qué estaba haciendo yo? ah, sí, buscar, macaca mulatta.
Ahá, así que es el tipo de primate con el que se descubrió el Rh. ¿Qué dirían ciertas gentes de esto?
Excepto que me falta una cosa, disculpadme un momento…
Efectivamente ¡huele muy bien! A septiembre, inicio de curso… a libros nuevos y brillantes.
En ese momento me sentía ya culpable por no seguir preparando la interpretación que tenía en breve, sobre cirugía cardiovascular. De repente, me llegó otro email:
—Ah, y aquí tienes tu usuario para la versión electrónica.
Se acabó el perder el tiempo. Y el oler a papel nuevo. Jo.
Estas cosas te venden que son así:
Pero en realidad son así:
La verdad, mucho más práctico dado todo lo que yo me distraigo mucho buscando en papel: y con la ventaja de que las entradas van enlazadas unas con otras.
Podéis ver vosotros mismos el aspecto que tiene porque hay una versión de prueba gratuita, pero solo sirven palabras que empiecen por la A. ;P Se puede comprar también el acceso al diccionario electrónico, pero es una suscripción anual.
Las principales ventajas de la edición electrónica versus al precioso libro místico en papel de 3,7 kg son bastante obvias:
¿Resultados? Pues un glosario sobre cirugía cardiovascular bastante majete para el siguiente trabajo que tenía. Lo podéis ver (y comentar) aquí.
Y aquí, el glosario en uso en la interpretación de un congreso médico para Matiz que decía antes, en el Hilton Buenavista de Toledo:
En resumen: escribir este blog me ha traído muchas alegrías, y que te regalen un diccionario que además mola y vas a usar, pues mira que te diga, es un lujazo. Pero me faltaba una llamada de la editorial:
—Oye, ¿no querrás un descuento para tus lectores? Por si se lo quisieran comprar.
—Ah, pues mira.
Así que si os queréis agenciar el diccionario y hacer el friki como yo usarlo para el bien:
De nada. 🙂
A pesar del buen rato que pasamos juntos, creo que este diccionario se merece ver algo más de mundo que estando en mi estantería. Este es el trato: yo me quedo la versión electrónica, que de todas maneras está a mi nombre, y te regalo la versión en papel. ¿Hace?
Estoy aprendiendo muchísimo con mis alumnos: estoy viendo cosas desde perspectivas que no me había planteado antes. Sobre todo, veo que lo que yo considero obvio (porque yo lo conozco, porque mis amigos lo conocen) no siempre lo es. El otro día pregunté en clase, a ver, ¿quién ha hecho algún curso de mecanografía? Y
Sapir-Whorf y Granada son dos conceptos que giran en este momento por mi cabeza, a tanta velocidad como para ponerme a escribir. Mi abuela es una de las razones de que, aunque hayan girado otras cosas, no haya escrito nada este verano. Imaginad por un momento a las personas que se sientan a vuestra mesa
Esta entrada se publicó originalmente (hace unos segundos) como comentario a este artículo del blog de María Barrios. Si leyeras más en español, de repente, como me ha pasado a mí (vaya, esto va a sonar un poco peor de lo que pretende, pero espera) te darías cuenta de que la mayor parte no escribe
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