He obligado a Ramón a escribir un artículo.
Bueno, no exactamente. Digamos que se lo buscó él solito. Leed su parte de la historia aquí:
Mi parte de la historia os la cuento a continuación.
El otro día escribí mi primera reseña negativa de un libro, en la red GoodReads. Raro, porque no suelo leer libros que no me vayan a gustar. En este caso, leí porque mis amigos le daban 5/5 estrellas. Yo le di una.
En general no leo autoayuda porque me da urticaria. Especialmente la autoayuda empresarial, de pérdida de peso y de psicología barata que se basa en «venga nene, tú puedes, el ser humano es una maravilla, hale, hale». Sí, claro, ¿pero cómo? ¿por qué? ¿para qué? Por el libro anterior de Ferriss (que leí en otro momento vital, es cierto) me esperaba consejos prácticos y basados en hechos. Pero no tan poco prácticos y basados en tan pocos hechos.
¿Cómo ha acabado una conversación racional sobre las ideas del libro en una digresión sobre los geeks en el blog de Ramón, aka @SenseiConsultor? ¿Y cómo ha acabado mi artículo de respuesta titulándose así?
A eso voy.
Creo que la clave de lo que me disgusta del libro es que es un manual que probablemente no te lleve a los objetivos que promete, y que además los objetivos son malos, así que por el camino te convertirá en un gilipollas. O en un geeklipollas si seguimos asociando este tipo de comportamiento con los geeks.
Mi resumen: para Ferriss, parecer atractivo es más importante que no ser un gilipollas.
¿Pero de qué te sirve tener el aspecto de Ken si tienes la empatía de Sheldon Cooper?
¿De qué sirve tener títulos deportivos si nadie quiere jugar contigo?
¿De qué sirve estar buenorro si eres un capullo insufrible?
Que conste que no lo digo por Tim Ferriss: no le conozco. Lo digo por los que lean sus libros y piensen que van a mejorar su vida, porque serán frikis, pero frikis buenorros con éxito en todo. Error.
No me siento amenazada como mujer por este libro como dice Ramón (creo que su tratar a las personas como objetos es indiscriminado en ese sentido), ni por los geeklipollas (no sobreviviría). Sin embargo me duele pensar que un grupo de mis amigos podría estar cayendo en idolatrar este tipo de conducta, y perdiendo oportunidades de ser felices por ello.
A lo largo de mi vida he conocido a muchos frikones matemáticos insufribles a muchas personas que tenían problemas para relacionarse pero no eran malas personas. Algunas eran recuperables, incluso encantadoras, si por algún motivo llegabas a descubrir que si no te hablaban era porque no sabían qué decir (true story).
Queridos amigos frikis, nerds y geeks de mi vida: os regalo cuatro claves más baratas que este libro y que mejorarán vuestra vida mucho más que sus insufribles cientos de páginas. Vaya por delante que yo también caigo en ellos muy a menudo a veces.
Definamos provisionalmente empatía (em-pathos, sentimiento conjunto) como la capacidad de sentir lo que sienten los demás.
Es lo que hace llorar a un niño cuando llora otro, o reírte más cuando tus amigos se ríen.
Usemos Twitter como metáfora de la vida.
No jodas a la gente en twitter con gilipolleces, porque si se sintieran mal por ello, tú te sentirías mal por ello también. Y los que lo leyeran tendrían mala opinión de ti.
Y se tarda menos en hacer unfollow a un capullo que en decir pero-es-que-yo-tengo-razón-y-ella-no. Gente => sentimientos => pisotear sentimientos con tus Doc Martens de la verdad => geeklipollas.
¿No te causa empatía alguna leer a esa persona, de ninguna manera? Unfollow. Si acabas no siguiendo a nadie o solo a robots, ve a ver a un profesional.
Los tienes. Acepta las imperfecciones, propias y ajenas.
Qué angustia esa sensación de que alguien te examina todo el rato ¿verdad? ¡Cierto! ¡Falso! ¡Cierto! ¡Falso!
No lo hagas. Si algo es así o no… se puede buscar, lo sabe Google, lo sabe la Wikipedia. Por qué alguien piensa de una determinada manera… solo te lo puede decir esa persona. Si sigue hablando contigo.
Como bien dice Tyrion Lannister, mi DILF favorito: si estás orgulloso de ser un enano, no te lo pueden echar en cara.
En el libro anterior de Ferriss, La Semana Laboral de 4 horas, la buena idea era: enfócate en lo clave, externaliza el resto, vive con menos, y disfruta (bien). No te dice: si eres lo bastante listo para hacer esto, no necesitas este libro. Si no lo eres, fallarás (mal).
Lo bueno del libro del Cuerpo de 4 horas es: no hace falta ser un crack del gimnasio, un pequeño cambio de grasa a músculo se nota muchísimo. Y sin embargo, ahí le tienes peleándose con el 20% y el 10% y el 5% final del Pareto del peso. Lo que abandonaba en el trabajo, en el libro sobre lo laboral, no lo aplica en lo personal, en el del cuerpo. Qué triste.
Intentar ocultar o negar lo que todo el mundo ve te hace quedar mal. Tan mal como confesar fallos que no tienes. Es más atractiva la humildad y asertividad del no me preocupa / estoy trabajando en ello que la ceguera del bajito ¿yo? o la cabezonería del no, qué va, todavía tengo que perder un 1% de grasa.
Después de tener a Lucía me quedé como una foca, con veinte kilos de más. Estuve en tratamiento. Nos decía Marta Garaulet* en las sesiones de grupo:
Si comes cuando te sientes mal, y comes cuando vas a celebrar algo ¿cuándo dejas de comer?
La mayoría de la gente no tiene tantos problemas con decidir qué comer (otro día hablamos de alfabetizacion nutricional), sino la dificultad para controlar sus hábitos vitales: cuánto, por qué, cuándo y cómo comen.
Comemos porque estamos tristes, porque estamos contentos, porque no nos comemos un rosco… Son las emociones, estúpido. En este libro no salen. Mucha gente las ignora. No ignores tus propias emociones tampoco.
No hay nada más atractivo que alguien que se lo pasa bien.
Si algo no te gusta, cámbialo o ignóralo. Pero rajar, rajar, rajar todo el rato es cansino.
Deja de odiarlo todo (incluyéndote a ti) de una vez. Deja de llorar por las esquinas por tonterías frikis. Si quieres cambiar el mundo, ponte a ello. Si algo de una peli, un juego, del mundo del entretenimiento, no te hace feliz, olvídalo. Si es de tu vida personal y no puedes cambiarlo ni olvidarlo, acéptalo.
Decía una de las mejores personas que he conocido (la abuela de @minimalpablo):
Más vale conformarse que aguantarse.
Más vale aceptar lo que hay, que hervir de rabia.
Una de los momentos más tristes del libro sucede en un restaurante. Ha quedado con una chica, pero no para de mirar su medidor de glucosa. ¿Es diabético, está al borde de la muerte? Nah, es que es nuevo y es guay ¡se lo han implantado! Y él tan feliz. Me imagino a la chica pensando «qué guay que es ¿cómo voy a competir con un medidor de glucosa intracutáneo? ¡imposible!»
No funciona así.
La gente no percibe quién eres tú. La gente percibe lo que tú les haces sentir. Atractivos, importantes, divertidos… Deja los aparatos, céntrate en la persona con la que estás. Llega a al sitio, haz checkin, haz la foto y suelta el puto móvil un rato.
No hay nada más triste que ignorar a los amigos que tienes delante por leer los tuits de desconocidos. ¿Estamos a setas o a Rolex? En fin, si no te lo estás pasando bien, vete a un rincón a tuitear y tuitea. Pero luego no me llores.
Confieso que esto es lo que más me cuesta hacer y tolerar. Es extrañamente relajado en las fiestas tuiteras cuando lo hace todo el mundo.
Todos tenemos nuestras contradicciones. Todos hacemos el geeklipollas a veces.
O sí. En los comentarios. ;-P
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