Ojalá pudiera decir que no he hecho otra cosa desde el sábado, pero por desgracia no ha sido así en absoluto. Un viaje a Granada, el reencuentro con viejos amigos (a los que echaba de menos más que a Harry Potter, por increíble que parezca) y otras circunstancias personales no me han dejado mucho tiempo para leer las escasas seiscientas páginas del libro. Pasará un tiempo hasta que se pueda hablar del tema en público, pero diré que he reído, he llorado, he mirado el libro con incredulidad y en general he dormido más bien poco con todos los anteriores. Con este también.
Decir que tengo un recuerdo muy especial de cada uno de ellos es decir poco. Desde los primeros en Alemania, o los que leí en parques de Londres (mirando con renovado respeto a los cuervos que correteaban por el césped) y este último con mi niña correteando alrededor, todos han llegado (¿mágicamente?) en momentos en los que necesitaba leerlos. Creo también que es natural estar un poco triste cuando las cosas buenas acaban, pero es inútil aferrarse a ellas en la esperanza de que serían mejores si no hubieran acabado nunca. Confío también en J. K. Rowling y su habilidad para crear otros mundos y otras historias.
Mientras tanto, comenzaré a leerlos de nuevo, desde el principio.
Deja una respuesta