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  • Lo clavaron con «It’s Not About the Nail»

    Lo clavaron con «It’s Not About the Nail»

        Jamás he aprendido tanto en tan poco tiempo como con este vídeo.

     

        Ved este microcorto «It’s Not About the Nail» (1 minuto y 41 segundos), está subtitulado al español:

     

    Yo siempre intento arreglarlo. Pero a veces la gente no quiere que arregles nada, quiere que escuches y punto.

     

    Ayer: «Mamá, con las alas serás un hada ingeniera. Este es tu destornillador mágico de arreglar cosas». Ojalá, hija.
    Ayer: «Mamá, con las alas serás un hada ingeniera. Este es tu destornillador mágico de arreglar cosas». Ojalá, hija.

     

     

    En ese momento, para mí, se convierte en una experiencia masoquista: intentando disfrutar de la compañía y a la vez aguantar el dolor de ver cómo alguien se la pega, sin intervenir, sin hacer ni decir «nada».

    «Nada», excepto escuchar y decir: «uf, eso suena muy duro».

    —Uf, eso suena muy duro.

    — * —

    Actualización: Me pasa Sabela en los comentarios este otro vídeo, muy ilustrativo, sobre la diferencia entre empatía y pena (ojo al falso amigo sympathy/simpatía):

     

  • La importancia de saber escuchar

    Una de las cualidades fundamentales que tiene que tener un intérprete es saber escuchar. Es fundamental para el éxito de la comunicación. Parece ser que para ser periodista no hace falta, y uno puede escuchar lo que más le convenga:

    (Presentador de la televisión nacional británica, Eamonn Holmes): ¿Has dicho que eres medio LESBIANA?

    (Salma Hayek, explicando su exótico-no-muy-mejicano-nombre): No, te he dicho que soy medio LI-BA-NE-SA.

    En este este artículo del Daily Mail le disculpan, porque «obviamente» él es de Belfast y «obviamente» Salma Hayek tiene acento mejicano. Y os diré por qué: porque los que informan son también periodistas. Si uno puede (o no) haber cometido un error (¿malintencionado? ¿sensacionalista?) los otros se han sacado un artículo de la manga gracias a él.

    Sin embargo como intérpretes nadie se beneficia de nuestros errores. No tenemos publicidad gratis, y si la hay, es mala. No tenemos el beneficio de la duda, y por supuesto la excusa de los acentos nos la podemos guardar para contarle la anécdota a nuestra abuela. La primera y fundamental parte de nuestro trabajo es saber escuchar, para que nadie tenga luego que decir: uy, perdona, había entendido medio lesbiana.