Gracias Txema por este vídeo genial:
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Mi amor por las matemáticas y los matemáticos no hace más que aumentar con el tiempo. Quizá sean como la cerveza y el vino. De niña me sabían amargas, me desconcertaban. Conforme pasa el tiempo me dan más alegrías, más momentos de ¡ajá! ¡perfecto del todo! ¡Yuju!
Pablo nunca me ha regalado un diamante, pero sí me regaló una verdad: en 2001 me regaló la Begoña surface, una superficie minimal que (según él) hasta ese momento no se había descrito.
—Si me quisieras de verdad, la subirías al ArXiv —dijo mi yo de ¿20? años, que no era tonta del todo.
—Uy, quita, qué vergüenza.
Así que ahora no la encuentro, y no puedo contrastar si la verdad que me regalaste, amor, está demostrada o es una conjetura.
Yo te quiero igual, y siempre nos he visto regidos por el axioma de elección.
El caso es que debería estar en esta carpeta…
PD: Por cierto… Uuuuuuu-uuu-uuuh, ¡Banach-Tarski!
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PD (II):
—Hermanos, con estos panes y estos peces, dad de comer a la multitud…
—Pero maestro, ¿podemos usar el axioma de elección?
—Joder, si no, ¿cómo?
PD (III): Me ha dado mucha rabia no poder acabar el curso de programación del MITx que empecé, precisamente porque me daba muchos momentos de esos, de ¡terminado! ¡funciona! ¡probado! ¡esto es verdad para siempre! Cosa que en la empresa no se da mucho. Ahora sé un poquito más de mates y programación, y cuatro tonterías en Python, y mola.
Me refiero, principalmente, a dos cosas: una, montar una red cuando todo se pone en tu contra (finalmente, como siempre, Linux era la solución) y acabarme Las Benévolas, el premio Goncourt 2006 (ISBN: 9788489662520, aunque yo me he leído la edición del Círculo). Normalmente, si sigues voluntariamente haciendo algo que no es fácil, no es
El día de la nevada del 83 fue el que me mudé a Murcia por primera vez. Mi padre había conseguido trabajo (en Maristas, enseñando filosofía) y yo aún era hija única. Fue el día siguiente a su cumpleaños. Dos chavales de 25 años con una niña pequeña veían sus cuatro muebles llenarse de nieve
… nunca mejor dicho. He puesto el disco de Alondra Bentley, y me pregunta «¿Esta es la niña que está tocando la guitarra en el campo?» Es increíble el poder de observación que tienen los niños, el disco se lo enseñé esta mañana 🙂 Ahora anda echándole Axe al sofá y diciendo «mmm qué bien
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