Esta entrada se publicó originalmente (hace unos segundos) como comentario a este artículo del blog de María Barrios.
Si leyeras más en español, de repente, como me ha pasado a mí (vaya, esto va a sonar un poco peor de lo que pretende, pero espera) te darías cuenta de que la mayor parte no escribe tan bien como escribes tú, María Barrios.
De hecho, lo que puede suceder es que estás leyendo libros demasiado buenos, el equivalente literario de ir a la compra con el Vogue (por nombrar una) y decir «pero es que a ella este vestido le queda mejor que a mí», señalando los anuncios al dependiente, que sin duda mira sin comprender (en parte porque probablemente es gay, en parte porque no es educado decir hasta qué punto a ti te queda mejor por, digamos, existir, y otros motivos que no se dicen en voz alta).
En mi experiencia de escribir bajo mi propio nombre, es cierto que hay bastante más presión que cuando dejaba todo salir (y al que no le guste que no mire), hasta el día que llegó, como heraldo de lectores que te juzgan (en tu imaginación) mi hermana. Y ahora (who knew?) mis posibles alumnos. So there, I feel ya’, sista’. Pero los demás queremos lo que sale de su afilada pluma, Sra Barrios, y los temas que apunta en esta entrada nos gustan. Así que escríbalos en pomodoros de 25 minutos, si le place.
Dice esa entrada que tengo a medio escribir en mi blog sobre libros que animan a escribir, que los dos grandes consejos que saco de todos los libros sobre escritura, de Stephen King y de gentes que suenan menos son:
Así que escribe, escribe.
Espera, vale, lo de «los demás queremos» es mentira. Lo digo yo. Quiero más, yo. Sin representar a nadie, yo, Begoña Martínez, (¿cómo era? ¿»entusiasta de los cojones» me dijiste?) afirmo públicamente que quiero leer más cosas escritas por ti.
[¿Te dije que me habían regalado un pomodoro de verdad? En realidad tiene forma de taza.]
Lo que me lleva a otra razón para escribir: este email de Lemony Snicket.
Lee eso. En serio. Abre una de esas «malditas» pestañas y léelo. Ahora vuelves, porque lo que voy a decir tiene que ver. Un poquito.
Lo de multivitamin tablets me recordó mucho a ti en su día. María José me dio un montón de cosas que me había dejado en la ofi nueva, la cesta de picnic oficial de Matiz, y en el fondo, había un vaso gigante de Ikea, y en el vaso, un residuo seco de pastilla multivitaminas. Lo fregué y lo guardé en el armario de casa. Es una putada que la nostalgia sea el dolor del pasado: debería haber algo como el ligero picor agridulce del no hace tanto.
Te recomiendo también todo el programa de NaNoWriMo. En abril el reto es escribir un guión, si te animas. Teníamos un concepto a medias, en tiempos.
500 palabras 😉
2010 ha traído más de lo que me habría atrevido a soñar a estas alturas del año pasado: una nueva socia, un hijo, perder peso, unos meses de descanso de la dirección de la empresa, echar a rodar Júramelo (que antes no tenía nombre), cambiarme al Mac, hacer deporte, aprender a hacer sushi, estudiar música, escribir casi media novela, escribir con regularidad en el blog, volver a leer por placer en grandes cantidades.
Aprovechando que Lucía duerme y P está jugando al Texas Hold’em con los matemáticos, cierro el Factusol, el correo y todo un ratito y os cuento algunas cosas… estoy muerta, así que este artículo tiene dos resultados garantizados (Simpsons: ¡Nosegarantizanresultados!): desconexión de la temática interna y probablemente (argh) alguna erratilla. Vayamos por partes. El jueves
«Tenemos la capacidad de construir prácticamente cualquier cosa que nos imaginemos. La pregunta clave no es ¿puede construirse? sino ¿debe construirse? Esto nos coloca en un excepcional momento histórico: la prosperidad de nuestro futuro depende de la calidad de nuestra imaginación colectiva».
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