—¿Te imaginas, amor,
que te quisiera para siempre?
—No, es imposible siempre querer.
Se quiere en presente,
en activo,
en recíproco.
—No es imprescindible
para siempre
desenamorarse.
—Qué tragedia sería
siempre seguir amándote.
Seguir sonriendo al verte
de vez en cuando
en alguna parte.
—Por ahí
Se quiere desesperadamente
con ansia y con sorpresas.
Se quiere con el vértigo
de las películas nuevas.
Que le den a las mariposas.
Que se larguen.
Cuando se hayan ido
podré quererte
como se quieren los iguales.
Podré dejar de quererte
tranquila
si alguna vez
me sale.
—Qué raro sería quererte
sin tenerte delante
siendo feliz
en cualquier otra parte.
—El amor es a veces incómodo
como un regalo demasiado grande.
Es amor, para regalo
¿me pone un ticket
y me lo envuelve?
—Si no lo quiere,
que lo tire.
Amor:
si no te gusta,
lo devuelves.
—Amarte es ver la misma película
con gente diferente.
«Es una trampa», me dije:
hazlo o no lo hagas
pero no lo intentes.
—Es posible amarte siempre.
Tendría que quererte
libre:
mientras
—sin mí—
consigues
lo que yo no he de darte.
—¿Cómo podría quererte siempre?
Soy un eco del Big Bang
una onda a punto de apagarse.
Si salgo a la ventana y grito que te quiero
cuando me vean en Andrómeda
seremos árboles.
Un viernes de octubre. En un instituto de un pequeño pueblo en mitad del campo de Cartagena, Murcia, suena el teléfono. ¡Ring, ring! —Hola, buenos días. Quiero hablar con la directora del centro.
Llevo varios días recitando esta canción por lo bajo. También pensando en qué escribir, cómo y cuándo, qué primero, qué después, y escribiendo poco. También durmiendo poco. Pensando en las cosas que quiero hacer, e intentando practicar una frase que me cuesta mucho pronunciar. Son dos palabras difícilísimas. Las mías son…
Parece que, sin querer, escribí un relato autobiográfico de terror y drama durante el parto, y no he avisado: lo siento. ¿No quieres que te ocurra lo mismo que a mí? Haz tu plan de parto.
Comentarios