Es duro no poder ver lo que pinta tu pareja, más aún cuando a tu alrededor no paran de llamarlo para que muestre los cuadros, dé conferencias, o envíe fotografías.
Hubo un tiempo en el que quise operarme, pero me dijeron que tendría que dejarlo todo durante diez años. Que iría de quirófano en quirófano, y que no había garantías de que al final pudiera distinguir formas o colores con claridad. Lo pensé, y decidí seguir con mi profesión y mi vida, aunque no pudiera ver las cosas a las que él estaba dedicando la suya.
—¿Qué haces, amor?
—Estoy pintando.
—¿Y… cómo vas? ¿consigues avanzar?
—No acabo de conseguir lo que quiero conseguir. Pero sé que si lo sigo intentando, llegará un punto en el que o lo habré conseguido, o sabré que es imposible para mí.
—¿Y el último cuadro que hiciste? ¿Sabes ya algo de la galería que te gusta?
—Lo tienen allí parado ya seis meses, y siguen haciéndome esperar. Si no lo quieren allí tengo pensada otra, pero claro, no es igual. La gente irá a verlo si saben que está allí, los que me conocen y los que no. Pero sabes que la gente asocia el nivel de la galería con el del cuadro. Cuanto peor sea la galería, y menos céntrica esté, menos interés tendrá la gente en darse el viaje para ir a verlo. Y mientras no me lo devuelvan, no puedo hacer nada.
—¿Pero lo subiste a la web, no? La gente sabe que existe.
—Sí, pero no se ve igual, no se entiende igual. Además no hablarán tanto de él hasta que haya una exposición.
—¿Se ha secado el último que hiciste? Puedo ayudarte con el marco.
—Sí, bueno… lo he enmarcado yo, al final. Pero si quieres darle un repaso a las juntas, estaría bien.
—Cada día lo haces mejor tú solo. Sabes que yo sólo lo hago porque me hace ilusión participar en algo.
—Lo sé.
—Ojalá pudiera ver tus cuadros.
—No importa.
—Sí, sí que importa. Vamos a esas fiestas y todo el mundo habla de pintura todo el rato. La gente te admira mucho y quiere hablar conmigo de lo mucho que les gustan tus cuadros. Yo sólo puedo decir que sí, que parece que a la gente le gustan. Que a los pintores buenos les pareces prometedor. Que trabajas muy duro y que te importa de verdad. Que he pasado la mano por la pintura, y que a veces las líneas son suaves, y a veces son rugosas. Que hay cuadros con los que has sufrido durante meses, y otros pequeños que son el fruto de una noche en vela. De cuando me acuesto y estás pintando, y me despierto y sigues en el mismo lugar. De cuando vamos en el coche, y estás callado, y sé que piensas en tu cuadro.
—A mí no me importa que no puedas ver. Hay cosas en el mundo que no son pintura.
—Sí, pero no te importan tanto.
—Tú me importas más que todos los cuadros.
—¡Pero no podemos hablar de ellos! No puedo decirte lo que pienso, no puedo ayudarte.
—Sí que me ayudas. Pones música, y te encargas de que el ordenador siga funcionando.
—Eres un desastre con la informática. No te interesa nada.
—Sólo me interesa lo que me ayuda a trabajar. Lo demás no.
—Podrías poner interés y aprender miles de cosas.
—Sé que si sale algo útil, te enterarás por mí. Como con la web que me hiciste con las estadísticas de visitantes. O cuando me instalaste el correo en el móvil, o lo de los blogs.
—Ya.
—Por cierto, me han invitado a otra cosa.
—¿A otra? ¿dónde? ¿cuándo?
—Es algo conmemorativo en Brasilia. Entre Seúl en noviembre y Fortaleza en mayo.
—Puf. ¿Y vas a ir?
—No lo sé aún.
—¿No es mucho con lo de la India el verano que viene?
—A lo mejor sí. Es mucho trote.
—Yo no sé a cuántas cosas puedo ir, paseando por salas donde no veo lo que hay colgado en las paredes, escuchando conferencias en las que no sé de qué hablan.
—Está claro, lo entiendo.
—A las tuyas voy porque me gusta oír el entusiasmo con el que cuentas qué has aprendido, y escuchar lo que murmura la gente.
—Je, je, eso es divertido.
—Me acuerdo de aquel chico se puso a hablarme como si pudiera ver. Fue horrible.
—Horrible, ¿por qué?
—En cuanto le dije que yo no podía ver, se quedó callado, como si yo ya no estuviera allí.
—El pobre, ya no sabría qué tema sacarte. Pasan mucho tiempo con otros pintores ¿sabes? Quizá no se le ocurría de qué te podría hablar.
—Supongo.
—No te lo tomes a mal.
—No, después en la fiesta me sacó a bailar salsa.
—Es buena gente, pero le cuesta salir de su tema.
—¡Tuvo que pedirle a otro que me lo preguntara!
—¿Ves? Y el otro sí estaba hablando contigo.
—Es verdad. Él y ese otro señor mayor tan majo que me dijo que eras muy creativo.
—Te apuesto lo que quieras a que no ha dedicado diez minutos a un cuadro mío en la vida.
—Qué exagerado eres. Ése sí era majete. No me habló de pintura ni un solo minuto.
—Pues qué suerte, porque no tiene fama de eso.
—¿No?
—Pues no.
—Qué cosas. En fin, ya sabes que yo sólo voy por viajar contigo, probar la comida de todos esos sitios, pasear por otras playas, sentir otras brisas del mar… oír otras olas…
—¡Y esos los bufés de desayuno! ¡Qué buenos! ¿A que sí?
—Sí, pero de vez en cuando estaría bien ir a un sitio en el que no hubiera ninguna exposición, y te tuviera para mí sola.
—Sabes que cuando salgo tengo compromisos, que es por lo que me pagan el viaje.
—… y si no fuera por ello no podríamos pagarlo. Ya. Tus padres sí que lo disfrutan. Como también son artistas, tienes suerte.
—Sí, bueno, hacen cosas parecidas, pero no son de pintura exactamente.
—Otros sólo sabrían que sales en la radio.
—Calla, calla, qué vergüenza. Y qué difícil es hablar con periodistas. Explicar lo que hago… para gente que no lo está viendo…
—Supongo que por eso me gustan tus entrevistas. Porque haces ese esfuerzo para otros, y yo lo entiendo un poco mejor.
—Me cuesta mucho.
—Pero a tus padres sí que se lo puedes explicar más o menos. Además sus compañeros sí que lo aprecian, y les dan la enhorabuena por lo que haces. Es una suerte que comprendan a qué te dedicas, y estén orgullosos. Otros no lo entenderían.
—Es que soy un chico con suerte.
—¿Aunque yo no pueda ver?
—Aunque no puedas ver.
—
Este microrrelato está dedicado a los que me preguntan cómo es estar casada con un matemático, sin ser matemática. Es más o menos así.
—
CC: Begoña Martínez, Atribución, Compartir Igual.
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Anécdota real:
Profesor de la Licenciatura de Matemáticas, en clase: ¿Sabéis dónde está vuestro compañero Fulanito?
—Lo ha dejado. Va a dedicarse a la (literatura, bellas artes, música).
—Hace bien. No era lo bastante creativo para ser matemático.
Claramente, dejándolo para más tarde, cuando sea mejor momento. Una pista: nunca hay mejor momento que ahora. Y entre ahora o nunca, elige bien. A veces toca nunca, a veces toca ahora. Hemos tenido un problemilla en casa estas Navidades, y es que mi hermano pequeño ha estado a esto de suspender Lengua. Quiero muchísimo
Soy un poco Hobbit. Me gusta ver crecer las cosas poco a poco. Me gustan las rutinas (y salir de ellas: pero me resultan cómodas). Me gusta que algo se acabe y comprar otro igual, me da sensación de haber acertado. Mi despedida favorita es «hasta mañana».
El otro día en Madrid me duché, me puse un vestido bonito, y en el sofá de un amigo con una mantita me dispuse a leer The Casual Vacancy, el nuevo libro de J. K. Rowling, que había salido ese día. Las últimas sesenta páginas me las acabé anoche.
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