Jamás te lo dije.
Me obligaste
a acabarme el desayuno
—atragantándome—
me tragué también
mis palabras.
Ese silencio fue mío,
como el de Donés.
Había un bufé libre
en mi corazón
enfriándose.
Hace años subimos los Pirineos, en plan familia y amigos. Un día incluso pasamos a Francia, que tenía los mismos pinos. Otro día nos perdimos unos pocos y los de la Guardia Civil dijeron a los demás que cuando lleváramos tres días por ahí mandarían a alguien, que estaban buscando aún al desaparecido de la
Un viernes de octubre. En un instituto de un pequeño pueblo en mitad del campo de Cartagena, Murcia, suena el teléfono. ¡Ring, ring! —Hola, buenos días. Quiero hablar con la directora del centro.
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